El primero de julio de 1955, sale al aire su primer programa radial en la emisora YSU en San Salvador, República de El Salvador. Ese programa de quince minutos de duración, llamado «La Iglesia del Aire», se transmitió de lunes a sábado los siguientes nueve años. Acto seguido, comienza a transmitir su popular programa de cuatro minutos conocido mundialmente como UN MENSAJE A LA CONCIENCIA.
Se trata de Pablo Finkenbinder, conocido internacionalmente como el Hermano Pablo. En el 2010, año en que celebra su 55 Aniversario en la radio, este programa que tantos miles de personas han escuchado desde su niñez se difunde no sólo por la radio sino también por la televisión y por la prensa escrita 5700 veces al día en 33 países. Con razón que en más de medio siglo de transmisión continua en los medios de comunicación la voz del Hermano Pablo haya llegado a ser tal vez la más escuchada en todo el mundo hispanohablante.
¿A qué se debe el éxito de esta larga trayectoria en los medios? En gran parte, se debe a la integridad que caracteriza al Hermano Pablo y al amor que él irradia. Para quienes hemos tenido el placer de conocerlo a fondo, no hay duda de que es un hombre íntegro y sencillo, el mismo en diálogo personal y en conferencia pública, el mismo en la casa y en la oficina que en la radio y en la televisión. Es decir, el Hermano Pablo practica lo que predica. Y cuando predica el amor a Dios y al prójimo, es como si le saliera por los poros. En realidad, es admirable el amor que irradia hacia los demás, desde los más renombrados hasta los menos influyentes de la sociedad.
De ahí que Don Pedro Rivero Mercado, director del prestigioso diario El Deber, de Santa Cruz, Bolivia, escribiera acerca de su primer encuentro con el Hermano Pablo: «Me quedó la impresión de haberlo conocido toda la vida.» Y de ahí que, por su parte y en la misma tónica, Sandra María Mora Chinchilla, de San José, Costa Rica, le escribiera al Hermano Pablo: «El Señor sabrá cómo recompensarle tanta dedicación y tanto amor. Yo lo conocí cuando en una oportunidad usted visitó Costa Rica.... En ese tiempo... trabajaba en el hotel... al cual usted... llegó a hospedarse, y tuve el honor de recibirlo y hasta de asignarle su habitación, y lo que más me impactó fue su dulzura y su paz.»
En síntesis, del Hermano Pablo se puede decir, sin temor a contradicciones, que a lo largo de su vida nos ha dejado ejemplo cabal de cumplimiento de los mandamientos que Jesucristo consideró los más importantes: de amar a Dios con todo, y de amar al prójimo como a sí mismo.1 Por lo tanto, aprovechamos la ocasión de su quincuagésimo quinto aniversario en la radio para expresarle al Hermano Pablo nuestra gratitud, como lo hace al final de su carta Sandra María, diciéndole de todo corazón: «Gracias por su ayuda y entrega total.»
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