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¡Cuántas personas sólo parecen vivir para las vacaciones! Todos sus esfuerzos y esperanzas están enfocadas hacia esos pocos días o semanas, convirtiéndolas en la meta y la recompensa de todo un año de trabajo. La palabra «vacaciones» deriva de un verbo que significa «estar vacío». Las vacaciones son, pues, un tiempo «vacío» de trabajo o de estudios, y si no lo llenamos, nos aburrimos.
Esto nos hace pensar en otro vacío, el que tantas personas sienten a menudo en lo más profundo de sí mismas. El filósofo francés Pascal dijo que en el corazón del hombre existe un vacío en forma de Dios. Si Dios no lo colma, estamos insatisfechos y somos desdichados.
Entonces, ¿por qué no aprovechar el tiempo libre, aunque sea escaso, para ocuparnos de Aquel que quiere llenar nuestro corazón de paz y gozo? Él sabe que las alegrías que se pueden hallar en este mundo son efímeras y a menudo tienen un gusto amargo. Sabe que todos aspiramos a una verdadera paz interior, la que de hecho no podemos hallar mientras la culpabilidad de nuestros pecados pese sobre nosotros, aun cuando no hayamos hecho nada muy grave a los ojos de los demás. Lo que Dios nos propone es aceptar su perdón y hallar en Jesucristo a un Salvador y un Amigo fiel. Así podremos alcanzar la plenitud y triunfaremos en la vida.
Aprovechemos, pues, las vacaciones, pero no las terminemos con el corazón más vacío que antes. Dejemos que Jesús lo llene, pues así rebosará de felicidad.
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