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En los evangelios varias veces se halla la invitación de Jesús a seguirle. ¿Qué significa esto para nosotros? Seguirle, evidentemente, ya no es recorrer el país de Israel con Él, como cuando estaba en la tierra, sino entrar en una relación de fe con Jesús, como lo hicieron sus discípulos. Es apegarnos a Él definitivamente, orientar nuestra vida según Él y vivir conforme a lo que Él nos indica… El mensaje cristiano no sólo incita a hechos o a una moral, sino a una novedosa orientación de vida, una conversión, una media vuelta. Seguir a Jesús es renunciar a querer ser cada uno su propio amo para colocarse bajo la autoridad del Señor.
Para seguir a Jesús es necesario escuchar su voz. Él, el buen Pastor, nos dice: “Mis ovejas oyen mi voz” (Juan 10:27). Hoy en día, en general, Jesús no nos habla de manera audible, sino mediante su Espíritu, el cual, cuando leemos la Biblia, nos sugiere nuevos pensamientos y crea en nosotros nuevos afectos hacia el Señor Jesús. Por eso una lectura regular de la Escritura, hecha con humildad y fe, nos hará más familiar la voz de Jesús.
¿Podríamos olvidar la voz de Aquel que nos salvó al precio de su muerte en la cruz? Aún hoy nos invita a volvernos a Él. Escuchemos su voz que nos dice: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” (Jeremías 31:3).
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