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El misterio del Calvario: ¡Jesús desamparado por Dios! No lo fue durante las tres primeras horas de su crucifixión. Sus enemigos, los que pasaban delante de su cruz, se burlaban de Él, pero en estos mismos momentos Jesús gozaba de la intimidad con su Padre.
“Desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:45-46; Marcos 15:34). Durante estas tres horas de tinieblas, un absoluto silencio se extendió sobre el Gólgota, la colina donde Jesús fue crucificado. Sus discípulos huyeron. La voz de sus acusadores calló. Jesús sufrió solo, en silencio. Al final de las tres horas exclamó: “ ¿Por qué?”. Fue un suceso sin igual en la eterna historia de los cielos y de la tierra, un acontecimiento único: el Justo desamparado por Dios.
En ese supremo momento, Jesús tomó nuestro lugar de pecador bajo la condenación de Dios. “Llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 Pedro 2:24). Por eso fue desamparado por Dios y las olas de la ira divina cayeron sobre Él. Nosotros, los que creemos, jamás seremos desamparados por Dios, pero Jesús tuvo que serlo. Para nosotros la paz con Dios es gratuita, porque Jesús pagó el precio infinito por ella. ¿Podríamos olvidarlo?
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