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Durante un viaje en barco dos jóvenes encontraron a un predicador. Con caras tristes se acercaron a él y le dijeron: –Señor, ¿conoce usted las últimas noticias? –¿A qué se refieren?, preguntó el predicador preocupado. –El diablo ha muerto, le dijeron los jóvenes, riéndose. Entonces, mirándolos, les respondió seriamente: –¡Y ustedes son unos pobres huérfanos!
El Señor Jesús dijo cierta vez a sus opositores: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer” (Juan 8:44). ¡Qué bien conocía la Biblia ese predicador!
Muchos incrédulos se burlan de todo. Se burlan de Dios y de Satanás, desperdician su vida y no quieren oír hablar de la muerte. Se ríen de la resurrección y rechazan la idea de una vida después de la muerte. Sólo creen lo que ven y entienden, es decir, muy poca cosa. La Escritura los llama “nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados; fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas” (Judas 12-13).
Si esta hoja del calendario es leída por un burlador, quisiéramos que prestase atención a una solemne advertencia del apóstol Pablo, quien escribe: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7).
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