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El Cabo de Buena Esperanza para ESCUCHAR ...haga clic aquí...
Cuando el navegante portugués Bartolomeu Dias descubrió el cabo del Sur de África en 1488, le esperaban fuertes tempestades. Por eso llamó «el Cabo de las tempestades» a uno de los últimos promontorios de la costa occidental de Sudáfrica. Pero Juan II, rey de Portugal, tenía otro punto de vista, ya que miraba esperanzado el futuro, pues el descubrimiento de Diaz mostraba que se podía acceder a la India por mar. Por eso le dio otro nombre: «Cabo de Buena Esperanza».
En las epístolas del apóstol Pablo también hallamos otra manera de ver las cosas, una perspectiva positiva. Este cambio concierne al futuro de los cristianos y descansa en la muerte expiatoria, la resurrección y la ascensión de nuestro Señor Jesucristo.
Cuando Pablo habló de los creyentes que habían muerto, no los llamó sencillamente «muertos», sino “los que duermen… los que durmieron en él” (en Jesús). Y pensando en su propio fin, no habló de morir, sino “partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (1 Tesalonicenses 4:13-14; Filipenses 1:23).
Para el creyente, «el cabo» de la muerte ha cambiado de nombre. El antiguo hace pensar en tempestades, naufragio, y provoca temor; el nuevo habla de esperanza. Jesús destruyó “por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”, y libró “a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14-15).
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