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General: ~~El enojo bueno y el enojo malo~~
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: Perla  (Mensaje original) Enviado: 15/10/2010 07:45
 
 

 

Cómo sobrevivir en un mundo lleno de enojo

por Charles F. Stanley

DISTINGUIR ENTRE EL ENOJO BUENO Y EL ENOJO MALO

El enojo puede ser de dos clases: justo o injusto. Para saber cuándo es adecuado, examinemos las
respuestas de Cristo a las situaciones irritantes. Se indignó y entristeció por el corazón endurecido
de los líderes religiosos (Mr 3.1-5), y los reprendió firmemente por descarriar a la gente con su
legalismo hipócrita (Mt 23.13-33). Cuando los mercaderes convirtieron el patio del templo en una
“cueva de ladrones”, el Señor manifestó su celo por la casa de su Padre utilizando un látigo para
echarlos de allí (Mt 21.12, 13; Jn 2.15).

En estas situaciones, Cristo estuvo motivado por el celo por su Padre, y por su compasión hacia las
personas. Aunque Él fue personalmente víctima de muchas injusticias durante toda su vida terrenal,
nunca respondió con hostilidad. Incluso en la situación más injusta —su sufrimiento inmerecido y
su muerte en la cruz— Jesús respondió: “Padre, perdónalos” (Lc 23.34).

El ejemplo del Señor nos enseña lo que es la indignación justa: una apasionada respuesta a cualquier
mal cometido contra otra persona, y el insulto dirigido a Dios. La ira injusta es egocéntrica, y se
expresa en formas destructivas: la rabia es una explosión incontrolada que hiere a todos, mientras
que el resentimiento se interioriza y hierve a fuego lento como en una vasija de barro que
escupe veneno tóxico en el corazón.

Aunque somos propensos por naturaleza a estas expresiones impropias de ira, no tenemos que ceder
a ellas. El Señor nos ha dado su poder para controlar nuestras reacciones, y por eso no tenemos que
dejar que nos controlen. Al aprender la manera correcta de hacer frente a situaciones que nos saquen
de quicio, podemos tener la victoria sobre las actitudes, palabras y acciones carnales.

PAUTAS PARA MANEJAR EL ENOJO

Confiéseselo a Dios. Cuando los sentimientos de hostilidad nos devoren, debemos reconocerlos de
inmediato ante el Señor. Aunque muchas personas admiten fácilmente su hostilidad, otras la han
negado por tanto tiempo que no son conscientes de su presencia.

Cierta noche, después de haber predicado un mensaje sobre el resentimiento, se me acercó una mujer,
y dijo: “He estado enojada durante toda mi vida”. Era una cristiana que quería vivir una vida consagrada,
pero había algo enterrado en lo profundo de su ser que la mantenía inquieta, robándole el gozo y la paz.
Solo después de escuchar hablar de la ira reprimida fue capaz de identificar el motivo del
malestar que había en su alma.

Reprimir el enojo es autodestructivo, pero expresarlo impulsivamente puede dañar a otros. Todos
necesitamos una manera de desahogarnos de nuestros sentimientos negativos, pero sin herir a nadie.
El único que puede manejar ese desahogo es el Señor. Él ya conoce lo terrible que son nuestros
pensamientos y sentimientos. Exprésele todo su dolor, turbación, hostilidad y resentimiento. Pídale
que trabaje en su corazón para ayudarle a responder de una manera que lo glorifique a
Él y que sea de bien para usted y para otros.

Identifique el origen. Aunque esto parece relativamente sencillo, precisar la raíz del enojo puede
ser un proceso difícil. Somos maestros en el arte de transferir nuestra animosidad de la fuente original,
descargándola contra cualquiera que esté cerca. Puede ser tan simple como gritar a los niños por una
situación frustrante en el trabajo, o tan complejo como un patrón de comportamiento destructivo que
tiene su origen en un trato abusivo en la niñez.

Es posible que a usted no le agrade la idea de escarbar en los lugares dolorosos de su alma para
sacar una raíz de amargura. Pero si no cambia, pasará su vida tratando los síntomas, mientras que
el cáncer oculto del resentimiento se apodere de su alma.

Enfréntelo de inmediato. Efesios 4.26, 27 nos dice que no debemos dejar que el sol se ponga sobre
nuestro enojo. De lo contrario, le damos al diablo una oportunidad de torcer nuestra manera de pensar
con mentiras, justificaciones y excusas; fomentando el odio, incitando el deseo de venganza,
y sembrando semillas de amargura.

Aunque se nos dice que debemos resolver nuestra ira con prontitud, el grado de la ofensa o de la
herida puede afectar el tiempo que nos lleve tomar la decisión. Un agravio menor puede ser
perdonado fácilmente, pero una tragedia personal, como la muerte de un hijo causada por un
conductor ebrio, tomará más tiempo. En situaciones difíciles como ésta, podemos comenzar por
reconocer ante Dios la necesidad que tenemos de manejar nuestros sentimientos, y confiar en que Él
nos ayudará a seguir adelante con nuestro dolor hasta que podamos perdonar.

No peque. La ira en sí no es pecado. De hecho, la Biblia habla a menudo de la ira de Dios. Nuestra
capacidad de tener este sentimiento es simplemente parte de haber sido hechos a su imagen. Sin embargo,
por nuestra inclinación al pecado, esta capacidad dada por Dios es mal utilizada. Hay dos maneras en
que nuestra ira se expresa de manera pecaminosa: cuando nos aferramos a ella, o cuando arremetemos
contra otros (Ef 4.26, 29).

Santiago 1.19 nos dice que seamos “pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”. En cualquier
conflicto, nuestro objetivo debe ser entender, no defendernos. No diga nada y escuche, pídale en silencio al
Señor que le ayude a entender a la otra persona.

Cambie de actitud. Los creyentes tenemos nueva identidad en Cristo, y estamos siendo transformados
según su imagen (Ef. 4.22-24). Ya que la amargura, el enojo y la ira no corresponden más con lo que somos,
tienen que ser “quitados” como la ropa sucia (v. 31). En lugar de eso, debemos vestirnos de “entrañable
misericordia, de benignidad, de mansedumbre, de paciencia” (Col 3.12).

Perdone al ofensor. Si no perdonamos a las personas que nos han agraviado, la amargura y el resentimiento
echarán raíces en nuestras vidas. Solo renunciando a nuestro derecho a la venganza y al desagravio, podremos
comenzar a experimentar la libertad que Dios desea para sus hijos. Si entregamos nuestros sentimientos de
hostilidad al Señor, su presencia comenzará a restaurar y a sanar nuestros corazones heridos.

 

 
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Ministerio Mujeres en Victoria
Somos siervas de Dios que trabajamos por la restauración integral del Cuerpo de Cristo y especialmente en la restauración de la mujer en todas las áreas 
 
 
 
 
 
 
 
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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: mujervirtuosa8 Enviado: 16/10/2010 01:13
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Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: La Morocha arg4 Enviado: 18/10/2010 00:29
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Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: SRA SARA Enviado: 27/10/2010 12:47
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