DENTISTA, NO ES EL OGRO DEL CUENTO
Israel Cortés
El 9 de febrero se conmemora el día del dentista, personaje rodeado de un halo de ideas incómodas y dolorosas que hace huir a casi todos los niños y hasta a varios de los adultos más valientes. Empero, es también un amigo de nuestra salud y belleza: él cuida nuestros dientes, con los que podemos alimentarnos y sonreír.
Sabemos que ir al dentista u odontólogo no es uno de los momentos más agradables de la existencia, y de hecho muchas personas aprenden a decir "no" cuando se les pregunta si quieren hacerle una visita. Sin embargo, todo individuo que desee mantener su boca impecable, libre de caries o problemas en la alineación de sus piezas dentales, debe enfrentar a este personaje.
Por ello, todo individuo puede poner en práctica distintos recursos para aminorar la ansiedad que generan viaje y estancia en el consultorio, sobre todo los más pequeños de la casa, a fin de que se formen buenos hábitos de limpieza y revisión periódica. Después de todo, si los niños se acostumbran a estas medidas preventivas evitarán problemas mayúsculos que requieran métodos correctivos y, éstos sí, bastante dolorosos, pues tendrán que intervenir anestesia, fresa u otros instrumentos con pésima reputación.
Dele tiempo a su boca
Procure que sus visitas al dentista no lo tomen apurado, físicamente cansado o molesto por otras preocupaciones; programe en su agenda un tiempo especial para dar atención a su salud bucal en momentos que sean poco estresantes o en días durante los que la carga en escuela (trabajo u otras ocupaciones en adultos) sea menor. Aunque no lo crea, esto es muy importante porque en cuanto mayor es la tensión, nuestro organismo tolera menos el dolor.
Ahora bien, recuerde que cuando se asiste regularmente al consultorio dental, la mayoría de las visitas son de carácter preventivo e involucran sólo labores de limpieza, algún examen o una simple consulta. Por ello, aproveche esta oportunidad para familiarizarse con el personal de este centro de salud, sea amistoso y sociable o ayude a su niño para que así sea él también, y logre establecer una relación de confianza, lo que ayudará mucho a vencer miedos y reducir tensión.
Confiese su temor
Antes que hacerse el valiente, es mejor que niños y adultos compartan sus sentimientos con el odontólogo, por dos motivos principales: primero, porque si el especialista sabe que su paciente se encuentra angustiado y ansioso podrá ajustar el tratamiento a sus necesidades, y segundo, porque al exteriorizar el temor un individuo gana control sobre sus propias emociones y se tranquiliza.
Aunque muchas personas solicitan algún tipo de calmante durante la sesión, no es muy probable que un analgésico elimine el dolor provocado por un tratamiento dental, por eso es mejor comportarse de manera relajada y sólo en casos extremos recurrir a sedantes, óxido nitroso e incluso anestesia general.
También es muy valioso que el infante o adulto sometido a tratamiento identifique sus miedos y preocupaciones específicas; hay personas que sufren ansiedad porque han tenido una mala experiencia o han oído de ésta, en tanto que otras temen al sonido de la turbina, al dolor o sienten falta de control durante cierto procedimiento. Empero, aunque el temor resulta comprensible, es importante reconocer que a menudo suele ser irreal.
Al determinar la causa de su angustia, el paciente la entenderá y controlará mejor; además, ahora existen nuevos métodos para disminuir la tensión que provoca el sonido característico del instrumental: el paciente se coloca audífonos y escucha la música que más le agrade, logrando de esta forma distraerse del procedimiento que se le está practicando.
Planeé sus citas
Aunque durante una sesión se intenta realizar la mayor cantidad de acciones en un tiempo determinado para aprovechar la anestesia en una zona de la boca y evitar muchas inyecciones seguidas, también hay tratamientos en los que es posible planificar citas cortas, sometiéndose a los diferentes procedimientos en distintos días; ante todo, los especialistas recomiendan esta planeación con niños y ancianos.
Asimismo, se sugiere que todo paciente coma bien el día previo al encuentro y tome ligero desayuno el mismo día de la cita. Para permitir movimientos libres, debe vestir ropas holgadas y cómodas; especialmente se han de evitar cuellos ajustados y corbatas (aunque también puede abrirse el primer botón de la camisa para prevenir la sensación de ahogo). Además, si surge alguna incomodidad durante el tratamiento, se debe recurrir a alguna señal hacia el dentista, como levantar la mano o parpadear, ya que un movimiento brusco de la boca puede resultar perjudicial.
Técnicas de relajación
Asimismo, se puede recurrir al recuerdo de situaciones agradables para calmar la ansiedad en el consultorio o durante la intervención; por ejemplo, puede concentrarse en alguno de los momentos más agradables de sus vacaciones o pasatiempos favoritos, como música suave, fotografías o una pintura de vivos colores.
También puede visualizarse a sí mismo durante la cita e imaginarse sentado, confiado y calmado mientras su odontólogo lo examina y le habla suavemente. Además, es de utilidad respirar de manera profunda, lenta y rítmica, contando las inhalaciones, y contraer y luego relajar los músculos donde suele acumularse la tensión, como piernas, manos, brazos, hombros y cuello. A mucha gente le es útil pedirle a su dentista que le explique cada paso del examen o procedimiento a realizar, pues entre más informado esté sobre las razones y sobre lo que le van a hacer, más confiado y tranquilo se sentirá.
Por último, felicite al pequeño o a usted mismo una vez que su cita termine por el gran trabajo realizado; también puede haber un premio como ir al cine, comprar el balón de fútbol que quería u otro artículo de su interés por sobreponerse exitosamente a su gran ansiedad, lo que con el paso del tiempo terminará con la idea de que el consultorio dental es una sala de tortura.