Uno de los regalos más grandes que puedo dar a otros es orar por ellos. Tengo fe en el poder de la oración. Al conectarme en oración con el Espíritu morador, doy forma a mis pensamientos y a mis palabras con cuidado y afirmando la Verdad.
Visualizo que mi oración sirve de catalizador para una curación, un éxito, un cambio positivo o una idea creativa. No tengo las respuestas para los demás, pero Dios en ellos sí las tiene. El amor y la presencia de Dios no tienen límites. Bien sea que ore por alguien en la misma habitación o en el otro lado del planeta, tengo fe en el resultado correcto y perfecto. Hago mi parte al afirmar la Verdad y dar gracias porque todo está bien.
Cada vez que me acuerdo de ustedes doy gracias a mi Dios; y cuando oro, siempre pido con alegría por todos ustedes.—Filipenses 1:3-4
La paz de Dios llena mis pensamientos y me restaura a la armonía. La paz subsana todo enojo, confusión o desacuerdo. Los pensamientos de paz tienen el poder de armonizar y suscitar cooperación y comprensión.
Mantener una quietud mental establece condiciones armoniosas en mi cuerpo. Cada célula y nervio responden a pensamientos de calma.
A medida que la paz de Dios se establece en mi mente, cuerpo y asuntos, ésta prevalece en mi mundo. Una vez que afianzo la paz en mí, ayudo a elevar la conciencia de paz en todo el mundo. Hoy instilo paz en todo lo que pienso, digo y hago —fomentando la armonía con todos.
La justicia producirá paz, tranquilidad y confianza para siempre.—Isaías 32:17
La Oración de Fe me recuerda: “Ahora tengo sabiduría, verdad, paciencia, bondad y amor”. Si se me hace difícil ser paciente, eso es una señal de que no estoy siendo amable y amoroso. Respiro sosegadamente. Con cada aliento, siento que mi atención se mueve hacia mi corazón. Creo un espacio para el perdón y dejo ir cualquier enojo.
Tengo la energía, la paciencia y el tiempo necesarios para hacer lo que me corresponde hacer. Soy una expresión amorosa del Espíritu, y estoy aquí para expresar mi verdadera naturaleza. No permito que horarios, actividades y exigencias me convenzan de que tengo muy poco tiempo para ser la expresión afable y atenta que realmente soy.
El amor es paciente y bondadoso; no es envidioso ni jactancioso, no se envanece … no es egoísta ni se irrita; no es rencoroso.—1 Corintios 13:4-5