Al llegar a una encrucijada, quizás resista el camino que sé que es el correcto para mí. Tal vez me asuste dar el próximo paso por no saber lo que está delante de mí. Sin embargo, no estoy solo en el viaje de mi vida. Dios es mi guía confiable.
La guía divina se desenvuelve de maneras reconocibles, es clara e inequívoca para mí. Siempre es para mi mayor bien y para el bien de todos los interesados; y todo lo necesario para el éxito es provisto en orden divino.
Hago a un lado cualquier temor o resistencia y confío en la guía de Dios. Con calma y confianza, avanzo, aprendo y crezco. El resultado correcto y perfecto se desenvuelve.
Confía en el Señor de todo corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus sendas.—Proverbios 3:5-6
Cuando uno siente que está solo o que no es amado, la vida parece una cueva fría y oscura. Despertar a la luz y el amor siempre presentes de Dios, nos saca de ese lugar lúgubre a la luz resplandeciente y cálida del sol.
En un momento de oración, descanso y acepto el amor de Dios. Oro: Dejo ir cualquier sentido de ser indigno o de no merecer ser amado. Acepto el amor de Dios. Expreso Su amor. ¡Soy el amor de Dios!
Donde una vez hubo oscuridad, ahora resplandece la luz. Estas palabras de Verdad despiertan en mí un amor que no necesito ganarme, un amor que ha estado conmigo antes de que yo fuera creado. Soy, he estado, y siempre estaré envuelto en el amor divino.
Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios en él.—1 Juan 4:16