Tengo todo el tiempo que necesito para hacer lo que me corresponde hacer.
A veces me apresuro. Quizás tenga plazos que cumplir y una lista inmensa de cosas por hacer y me apure pensando que no tengo tiempo para lograrlo todo. Si algo o alguien se interpone en mi camino, tal vez pierda la paciencia.
En vez de permitir que todo me abrume, me detengo, respiro profundamente y me sosiego. Recuerdo que todas las cosas trabajan en orden divino. Con la misma facilidad con la que puedo elegir la ansiedad, puedo escoger la tranquilidad, así que elijo la calma. Un sentimiento de alivio me inunda al dejar ir la preocupación que me hacía impaciente.
Al soltar la inquietud, la serenidad reemplaza el temor. Tengo todo el tiempo que necesito para hacer lo que me corresponde hacer.
Permaneciendo firmes, dan una buena cosecha. —Lucas 8:15