Tu piel y la mía;
sombras que del alma fluyen,
gaviotas en aleteos
furiosos marcan los pasos
felinos del último vals.
Vuelco mi sangre y mi
semilla en el centro de tu vientre,
las colinas de tus pechos
son mi inspiración.
En tus laderas me refugio
sondeando las fauces
de tus entrañas con torbellinos
de lenguas y gemidos
que te hacen llegar al delirio.
Delirio y gemido en un solo grito
hasta llenarme de ti y tú de mí.
Somos uno, somos una sola sintonía,
un solo ente y un solo ser.
La seda de tu pelo se enreda en mi sangre
como puñales de azabache
perfumados de todos los aromas,
de todos los resplandores,
de todos lo átomos del universo...
Tu aliento me embriaga
y el néctar de tu boca colma
mis sentidos de glorias y clarines.
Nuestro sudor salino se mezcla heho uno.