Era el eco más famoso que existía en el mundo, en el cañón del Chicamocha, allá en Santander. Usted decía una palabra y él se la repetía. Pues un tipo quería ir a comprobar a ver si eso efectivamente sucedía. Se para al borde del precipicio y empieza:
—¡Hombre!
—Hombre, hombre, hombre...
—¡Cabeza!
—Cabeza, cabeza, cabeza...
—¡Otorrinolaringólogo!
—¿Oto qué? ¿oto qué? ¿oto qué?...
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