Cuando mi cara no usaba maquillaje ni mi pelo cambiaba de color,
cuando no había surcos ni manchas en mi piel y todo en mí era primor
cuando mis pechos eran turgentes y mi abdomen libre de marcas
y no conocía el placer que se vuelve urgencia y ansias.
Fue entonces amado mío que me conociste,
Joven y hermosa, dulce y sonriente
Dispuesta a entregarte de mí todo lo que había,
Sin reserva alguna, incondicionalmente.
Juntos hemos envejecido, hemos visto pasar la vida
En tantos lugares y casas, en tantos días y noches
En salud y enfermedad, con y sin dinero,
Felices y tristes, tranquilos y preocupados,
Contentos y enojados.
Tanta vida hemos creado,
entre hijos y nietos,
entre el campo y el mar,
entre la tierra y el cielo
desde el día que me conociste
más de 30 años ya han pasado.
Lucía