En la carpintería de Nazareth, estaba echado el cierre desde hacía
semanas. "SE ALQUILA O SE TRASPASA", rezaba un rótulo sobre el dintel de
la entrada.
José, su dueño, sentado en un poyato de olivo, recibió el saludo del Zebedeo:
- ¿Cómo va esa vida, carpintero?
- Jodida, como el negocio -y señaló, sin mirarlo, el letrero escrito a
sus espaldas-. Ya me contarás qué futuro me aguarda: mis sobrinos no
conocen el oficio y, cuando pensaba que mi hijo iba a continuar con el
negocio, pues ya ves ...
- ¡Qué me vas a contar a mí que yo no esté sufriendo! A ti se te ha
marchado el hijo, pero a mí los dos que tenía me han dejado con las
redes en la mano y la barca fondeada. ¡Ahí te quedas, que nos vamos con
él! No han servido ni razonamientos ni amenazas. Cuando fui a pedir
refuerzos a Simón, me encontré con que también se había marchado con la
pandilla.
- Ya, estoy al corriente de todo. Criar un hijo para esto.
- Criar dos para esto -corroboró, meditabundo, Zebedeo-. Y si esto
tuviese pinta de tener futuro, se podría admitir, pero andan por ahí,
hambrientos, desharrapados, sin que ni los perros les hagan caso.
- Hombre, por o menos tienen fe en que van a triunfar.
- Estos chicos están en babia. No hay quien pueda con Roma.
- Eso, desde luego -concedió José-, aunque María mi mujer se ha puesto
de parte del Jesús, hablando de proyectos y de asuntos que no entiendo
ni jota. ¿Hace una pipada de olíbano?
- Venga acá, por no despreciar. Algún día inventarán alguna hierba que
dé gusto fumar y no esta porquería que se sube a la cabeza y acaba por
marearte.
- No lo verán nuestros ojos ... - pronosticó José- Hoy es el día de mi cumpleaños.
- ¡Coño, no lo sabía! ¡Felicidades, José, se me había olvidado y eso
que siempre te tengo in mente.! Con los años se va perdiendo la memoria.
¿Recuerdas ...?
Mientras los dos hombres evocaban sus andanzas jóvenes, en la paz del
pueblecito galileo, ya despuntaban los primeros brotes de los viñedos y
las higueras sobre las laderas perfumadas de la aldea.