LOS CUATRO APELLIDOS ANDALUCES DE PUIGDEMONT:
Los orígenes del adalid del independentismo se remontan al oriente
andaluz. Carles Puigdemont, que sueña con romper con España, tiene sus
raíces en Jaén y Almería.
El insulto con el que los nacionalistas
catalanes marcaban a los que no eran de pura cepa era ‘charnego’ hace no
demasiado tiempo. Un mote xenófobo, un título despectivo con el que los
catalanoparlantes denominaban a los obreros, emigrantes de clase baja y
menor poder adquisitivo que aterrizaban en una Cataluña boyante desde
cualquier rincón de España. Quién les iba a decir que el abuelo del
president, Carles Puigdemont, se iba a casar con una de ellas.
El
término deriva del catalán xarnego y viene a significar ‘perro’. Y la
pista que les ponía sobre aviso no era más que el apellido del
sospechoso. No era igual apellidarse Pujol, Busquets o Llach que García,
López o Fernández.
Ruiz, Valdivia, Toledo y Valero son los cuatro
apellidos andaluces de Puigdemont, de segundo Casamajó. Los orígenes del
líder separatista, que sueña con romper con España, enraízan con el
oriente andaluz. Porque él, nacido en Girona hace 54 años, es nieto y
bisnieto de jiennenses y almerienses. Los ocho apellidos catalanes no
son tales en su casa.
Carles Casamajó Ballart, su abuelo materno, su
referente -según contaba el propio president en su blog personal- fue
un exiliado político por la guerra civil. Huyó a Francia en el invierno
de 1939 y pasó por diferentes campos de refugiados. Sus últimas noticias
datan del campo de concentración de Noé, cerca de Toulouse, “donde
habían ido a parar refugiados de la guerra civil española enfermos y
también de edad avanzada y judíos desplazados de otros campos”. El
nombre de Carles se lo pusieron como homenaje al abuelo, “para que no se
olvidara nunca que sufrió lo inimaginable”. Casamajó Ballart se enamoró
de la joven Manuela Ruiz Toledo, nacida en Jaén aunque hija de
almerienses.
ORIGENES ALMERIENSES EN LA SANGRE DE PUIGDEMONT:
BISABUELOS MATERNOS: José Ruiz Valdivia y Joaquina Toledo Valero
A JOSE RUIZ VALDIVIA, bisabuelo materno del president, lo vieron nacer
las calles de Dalías (Almería), un pequeño pueblo blanco enmarcado entre
las lonas del mar de plástico andaluz. El oficio de quienes no sabían
más que picar las entrañas de los montes lo aprendió de su padre,
Gabriel. El hambre es al hombre lo que la mina a la necesidad. Así que, a
finales del siglo XIX, este minero emigró, como tantos otros, en busca
de prosperidad. En Dalías actualmente residen poco más de tres mil
personas, menos de la mitad de los que la habitaban hace un siglo.
Su mujer, Joaquina Toledo Valero, vino al mundo en el extinto Cuevas de
Vera. En la actualidad, este foco poblacional es Cuevas del Almanzora,
ciudad de emigrantes, como todo el interior andaluz, que con la llegada
del siglo XX redujo su población paulatinamente desde los 20.000
habitantes hasta los poco más de 13.000 que viven ahora.
En Cuevas
del Almanzora la noticia de que entre los suyos surgió el germen del
brazo catalán que mantiene un pulso con el Estado ha caído como un jarro
de agua fría. “Toledo y Valero son apellidos bastante comunes aquí.
Pero hemos preguntado y ninguna de las familias tiene relación con el
presidente catalán ni se identifican como sus familiares”, cuentan a
este periódico fuentes municipales. En Dalías, igual: “No teníamos
conocimiento del vínculo y nadie sabía que era así. Suponemos que
emigraron, que se fueron de aquí como otros”. José y Joaquina
emprendieron el viaje hacia un futuro mejor.
ABUELA MATERNA: Manuela Ruiz Toledo, la abuela jiennense
Joaquina y José se casaron jóvenes, como era natural en su tiempo.
Padres de varios retoños, su hija Manuela -la abuela materna- nació en
la localidad de La Carolina (Jaén). Es el último pueblo -o el primero-
de las laderas de Sierra Morena cuando se va en dirección a la meseta.
Estación de parada, de idas y venidas. Para 1905, año de nacimiento de
Manuela Ruiz Toledo, el municipio jiennense ya llevaba rodando 138 años.
Porque La Carolina nació hace 250 años dentro de un proyecto pionero de
repoblación y políticas públicas. La idea del rey Carlos III trajo a
España miles de colonos centroeuropeos a cambio de ser terratenientes.
En esta tierra todos son hijos de Europa. La nacionalidad se desdibuja
para sumergirse en un cúmulo de sentimientos e identidades.
La
Carolina, capital de las Nuevas Poblaciones, fue foco de inmigración
minera en los primeros compases del último siglo. “Aquí se llevó a cabo
una explotación a gran escala por parte de diferentes compañías, atraían
a gente de toda Andalucía que no tenían otro modo de ganarse la vida.
Nadie trabaja en la mina porque quiere. Menos entre el siglo XIX e
inicios del XX, cuando no había condiciones de seguridad ni de
salubridad. Eran enfermizas, peligrosas. Los mineros morían muy
jóvenes”, relata Pedro Moya, minero y presidente de la Asociación
Cultural Minero Carolinense (ACMICA).
El distrito minero de La
Carolina-Linares llegó a convertirse en el mayor productor de plomo
argentífero del mundo, indican desde esta asociación. Sin embargo, pocos
años después del boom plúmbeo se dejó de extraer este metal: “Dejó de
ser rentable y gran parte de las compañías se fueron. Con ellas, los
mineros”.
En 1915, Manuela Ruiz Toledo partió desde Sierra Morena
con dirección a una fulgurante Barcelona. No era la única andaluza que
dejaba su tierra con la mirada puesta en el empleo que creaba la Expo
Universal de 1929. En prosperar, en una vida mejor. Manuela tenía diez
años y se instaló con otros miembros de la familia que ya habían sido la
avanzadilla de la histórica emigración andaluza a Cataluña.
La
hija joven de los almerienses José Ruiz y Joaquina Toledo, Manuela,
contrajo matrimonio en Barcelona con el catalán Carles Casamajó Ballart,
precisamente el abuelo a quien el presidente debe su nombre de
‘Carles’, según él mismo ha confesado.
Manuela murió muy joven, en
1939, con tan solo 34 años. Se cree que fue de tuberculosis. De las tres
hijas que tuvo, dos también se vieron arrastradas por esa cruel
enfermedad. Sobrevivió Núria Casamajó Ruiz, la madre de Puigdemont,
aunque solo tenía cuatro años cuando se quedó huérfana.
El marido de
Manuela, Carles Casamajó, huyó a Francia el mismo año de fallecimiento
de ella, dejando en manos de un familiar a la única descendiente que
sobrevivía, Núria. El yerno del matrimonio almeriense Ruiz-Toledo pasó
por varios campos de refugiados y murió en 1943.
NURIA CASAMAJÓ RUIZ
se casó con Xavier Puigdemont y vive todavía en Amer (Girona), donde ha
estado regentando una pastelería hasta su jubilación.
JUANITA