Finalmente, y con cierta dificultad, la mujer y el agente
de policía llevaron al viejo Juan a la cafetería y lo sentaron en una mesa
ubicada en un rincón. Era casi mediodía, la mayoría de la gente ya había
almorzado y el grupo para la comida aún no había llegado…
Eld gerente de la cafetería se acercó y les preguntó:
“¿Qué pasa aquí, oficial?”, “¿qué es todo esto?, ¿y este hombre está en
problemas?”.
“Esta señora lo trajo aquí para que coma algo”, respondió
el policía.
“¡Oh no, aquí no!”, respondió el gerente airadamente.
“¡Tener una persona como este aquí es malo para mi negocio!”
El viejo Juan esbozó una sonrisa con sus pocos dientes.
“Señora se lo dije. ¿Ahora, si van a dejarme ir? Yo no quería venir aquí desde
un principio?.
La mujer se dirigió al gerente de la cafetería y
sonrió…”Señor, ¿está usted familiarizado con Hernández y Asociados, la firma
bancaria que está a dos calles?”.
“Por supuesto que los conozco”, respondió el
administrador con impaciencia, “ellos tienen sus reuniones semanales en una de
mis salas de banquetes”.
“¿Y se gana una buena cantidad de dinero con el
suministro de alimentos en estas reuniones semanales?” preguntó la señora.
“¿Y eso que le importa a usted?”.
“Yo, señor, soy Penélope Hernández, presidente y dueña de
la compañía”. “¡Oh, perdón!” , dijo el gerente…
La mujer sonrió de nuevo. “Pensé que esto podría hacer
una diferencia en su trato”, le dijo al policía, que trataba de contener una
carcajada. “¿Le gustaría tomar con nosotros una taza de café o tal vez un
comida, oficial?”. “No, gracias, señora”, replicó el oficial, “estoy en
servicio”.
“Entonces, quizá, una taza de café para llevar?”.
“Sí, señora. Eso estaría mejor”.
El gerente de la cafetería giró sobre sus talones como
recibiendo una orden. “Voy a traer el café para usted de inmediato, señor
oficial”.
El oficial lo vio alejarse. Y opinó: Ciertamente, lo ha
puesto en su lugar”.
“Esa no fue mi intención”, dijo la señora, lo crea o no,
tengo una buena razón para todo esto”.
Se sentó a la mesa frente a su invitado a cenar. Ella lo
miró fijamente…
“Juan, ¿te acuerdas de mí?”.
El viejo Juan miró su rostro, el rostro de ella, con los
ojos lagañosos. “Creo que sí, digo, se me hace familiar”.
“Mira Juan, quizá estoy un poco más grande, pero mírame
bien”, dijo la señora. “Tal vez me veo más llenita ahora…pero cuando tú
trabajabas aquí, hace muchos años, vine una vez, y por esa misma puerta, muerta
de hambre y frío”.
Algunas lágrimas surcaron sus mejillas.
COMPARTIDO CON MUCHO AMOR,
MACHI V