Con azúcar y miel todo sabe bien
Pese a lo que pudiera parecer, este refrán no es superficial sino más profundo de lo que se cree. Muchos piensan o más bien se escudan en que las cosas hay que decirlas siempre en su crudeza más absoluta. Pretenden ser "sinceros", cuando lo que suelen ser es impulsivos y, las más de las veces, maleducados. Las buenas maneras no disimulan la verdad, al contrario, la hacen más digerible. Por lo tanto, sin caer en la zalamería o el embuste, hay que tomarse la molestia de cuidar los modos y la amabilidad. Así conseguiremos mucho más que si procedemos a testarazos.
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