Cambiar para mejorar
¡Imposible cambiarlo todo de un día para otro! Se trata de un aprendizaje, un camino a seguir paso a paso.
Cuando nos fijamos un objetivo tenemos que ser conscientes de que llegar hasta él requiere de un proceso que recorremos sin garantía de éxito y cuya duración, en la mayoría de los casos, desconocemos. Desde que decidimos que queremos cambiar hasta que lo conseguimos, pasamos por diferentes fases.
El detonante
“Si aparecen el deseo y/o necesidad de cambiar es porque nuestros hábitos adquiridos no están siendo tan exitosos y eficaces como lo fueron en el pasado”, explica la psicóloga Virginia León. “Muchas veces el detonante del deseo de cambio puede ser un suceso brusco e inesperado, una desilusión, un desencuentro amoroso, es decir, algo que nos golpea; o también puede ser algo no tan brusco ni tan chocante, algún evento cotidiano que hace de gota que colma el vaso. Una situación repetitiva que nos provoca dolor, un agotamiento de fuerzas, una sensación de frustración y decepción constante, o simplemente la toma de conciencia de la brecha que separa el cómo vivimos del cómo queremos vivir. En ambos casos, y como consecuencia, pueden aparecer ansiedad y/o angustia, sensaciones de frustración y de ira de manera recurrente; y aunque lo vivamos como algo inesperado, normalmente los síntomas se manifiestan antes de que tengamos una crisis, siempre aparecen señales que nos avisan de que hay algo que no está del todo ajustado.”
El detonante es, pues, aquello que nos hace confrontar la necesidad de cambio. O, como nos explica el psicólogo Alejandro Pignato, lo que nos lleva a “asumir la responsabilidad frente a nuestra vida y tener claro que para que se produzca un cambio tenemos que tener una participación activa en ello. Nadie va a hacer por nosotros lo que nosotros no hacemos por nosotros mismos”.
El camino a emprender
Una vez hemos aceptado la necesidad de un cambio en profundidad, ¿cómo saber en qué nueva dirección debemos encaminarnos? “Todo proceso de cambio nos conduce hacia la autenticidad, hacia el ser auténtico que somos, sin maquillaje ni máscara, es decir, a aceptarnos, a asumir nuestros deseos aunque se contrapongan con lo que otros esperan de nosotros, a no aceptar más “deberías” que los propios, a soltar lo que ya no nos sirve, a quitarnos las limitaciones de los roles aprendidos y estereotipados. Con el fin de poder utilizar en mayor medida nuestro potencial de recursos, de lograr una existencia más plena y amplia, de construirnos un día a día más habitable, más acorde a nosotros mimos”, responde Virginia León. Emprender un nuevo camino es atreverse a tomar las riendas de l apropia vida. Una tarea para la que, en palabras de Alejandro Pignato: “Es muy útil recordar la frase de Pablo Neruda:’cada uno es arquitecto de su propio destino’. En este caso está bien poder pensar quién soy y quién quiero ser. En la medida en que podamos reflexionar sobre esto, la dirección se va estableciendo sola”.
Las dudas
“El saber si podemos lograrlo, si vale la pena el esfuerzo, si conseguiremos algo haciéndolo, por ejemplo, son dudas que aparecen con frecuencia cuando estamos en el proceso de cambio”, nos explica la psicóloga Virginia León. Y continúa: “Estas dudas podrán ayudarnos a reforzar nuestra voluntad de cambio si logramos pensar que no tenemos nada que perder si lo intentamos, que de todos modos podremos volver al punto de partida que ya conocemos y que, para obtener resultados diferentes, hay que hacer cosas distintas. Aunque otra veces estas mismas dudas podrán inclinar la balanza hacia el otro lado y sumarse a la resistencia del cambio”. ¿De qué signos podemos fiarnos para decidir no escuchar más las dudas? Si nuestro malestar persiste a pesar de todo y los beneficios que creemos que vamos a obtener de la reorientación eventual superan los posibles inconvenientes, es suficiente para decidir dar el salto asumiendo que sin duda conlleva cierto riesgo.
(Continúa en segunda parte)