HOLA FELIZ MIERCOLES
TE SALUDA MARICRUZ*
I
A medio otoño, casi del olvido volviendo con la rosa del verano; el mar del corazón bajo tu mano y el camino de ayer para el oído.
No es golondrina, no, la que ha venido al cielo de este cielo cotidiano; porque llega del frío más lejano sabe escoger la tarde de su nido.
Así, con simples nombres de acomodo, voluntaria de ser, en nuevo modo, tu sabor y tu clara compañía.
Si recojo praderas en tu casa, ya presiento la rosa que no pasa y soy nueva en la rosa todavía.
II
Detrás de las orillas iniciales, de la agitada soledad de afuera, un suave octubre, de caricia entera, y una isla dulce...en olas de rosales.
Pues nunca los amores son iguales, este arrimo de amor, a tu manera, de una lejana y muerta primavera saca el reino del musgo y los panales.
Recuerda...y recordando...en sabio rito a breve sangre anuda lo infinito, iluminado y tierno en su desvelo.
Y un poder encendido por tu llama junta el panal, el musgo y la retama, para esta casa tuya, entre mi pelo.
III
A ti, todo el poder de mi sentido: este valle de yerba y de paloma; mi profunda violeta con su idioma en los verdes recodos aprendido.
A ti, mi río-fuego, detenido en un labio sediento, que lo aroma; mi ágil laurel y el pájaro que asoma dando el país del aire en su latido.
Toda mi tierra corporal y oscura: la que acoge, levanta y asegura, recia en la entraña y en el tacto fina.
No ha de quedar a piel de amor el goce, porque ya tu mirada reconoce tierra adentro, la luz de cada espina.
IV
Tu casa tiene un nombre de tristeza: un leve nombre de ceniza y frío; toca el fértil azul del nombre mío y es noche oculta en que tu voz tropieza.
Antes fue claro y vivo, con riqueza de fácil nardo y de inicial estío; iba copiando cielos como un río y en él, para mi amor, tu amor empieza.
Yo recojo ese nombre de la muerte y lo acerco a los dos, sin que despierte, mientras un gran silencio nos anuda...
Me brota de las manos nueva tierra, y el nombre queda en ti, y en ti se encierra guardando el clima de su patria muda.
V
Aquí a tu lado, en medio de las cosas y del recuerdo...tuya, conmovida; por tu claro hospedaje detenida y también por tus horas dolorosas.
Van a tu amor las arpas de las rosas y todos los rosales de la vida; ya no pierdo mi frente, ya encendida es tu jardín, la tarde en que reposas.
Inmensidad de cielo y tierra envuelve esta alianza secreta, que resuelve pasos de ayer en casa tan segura.
De ti saldrán los días venideros, y en los junios de luz y en los eneros tendré el hondo crecer de esta dulzura.
VI
Casa de piedra y sueño, que se entrega en torre de alas y en jardín cerrado; tamaño de amor insospechado, reino tardío de una alondra ciega.
A tu fina quietud mi paso llega, dichoso de llegar, pero cansado; me corona la luz...tengo un aliado, y la noche de paz nada me niega.
Este es mi sitio, mi querencia humana, para empezar de nuevo mi mañana y borrrar en su amparo la fatiga.
Por eso casa mía, casa cierta, en mis labios te das, limpia y despierta, con el ángel de flores que te abriga. autora:
Claudia Lars
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