Amor, tú eras mío, te fuiste en una tarde Lejana del invierno; no escuchaste mi voz Que te llamaba en una angustia inmensa De querer retenerte con mi llanto.
Desde entonces, me quedé con los ojos tristes, Con la esperanza nublada de saberte tan lejos Debo refugiarme en los brazos de mi propio manto, Esperando que algún día regreses cansado del camino.
Ven, amor, no vagues más errante por el mundo Sabiendo que enredado en mi piel quedó tu abrazo; Desanda los pasos, peregrino sin luz y sin destino Que yo te daré el amor bueno que guarda la noche.