Amistad o traición
“Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó” (San Mateo 26:49)
El beso en el rostro, era la forma afectuosa como el alumno saludaba a su maestro, y era una señal de respeto y admiración. Cuando Jesús fue apresado, Judas usó esa señal de “respeto y admiración” para indicarle a los soldados a quien deberían poner preso, ya que el le había de antemano a los soldados: “al que yo besare, ése es; prendedle” (26: 48). Aquel que había acompañado a Jesús en su vida pública junto con los otros discípulos, que habían compartido momentos especiales, es hoy el que le hace la traición.
Esta situación que vivió Jesús, nos lleva a reflexionar en nuestra propia vida. Muchas veces somos tentados a proceder de manera deshonesta y falsa, y así sacar provecho de una situación, o demostramos a una persona que somos sus amigos, y actuamos de manera falsa o con hipocresía cuando estamos frente a ella. Esa tentación siempre está allí y ningún ser humano puede negar que en algún momento ha tenido que confrontar. Por un lado, trata a la persona con amabilidad, pero por el otro está buscando la oportunidad para sacarle en cara, “dar su beso de Judas” y dar su golpe de traición.
Muchas personas piensan que esta situación no se debe dar en medios religiosos, pues bien, la vivió el mismo Jesús con uno del grupo de discípulos que él mismo había escogido. Así también sucede hoy, tal como lo apuntaba un anciano pastor con gran realismo humano en un estudio bíblico relacionado con el pasaje. Unas personas decían que eso no podía suceder en una comunidad cristiana. El apuntó: “es precisamente allí, cuando veas a la persona más religiosa, la que parece más santa y consagrada, la más beata, y la más cercana a ti, es allí, donde más intensamente se fragua la traición”.
De igual modo, procedemos de manera falsa y traicionamos a Cristo, cuando no seguimos su camino, cuando despreciamos lo que él claramente nos ofrece en su Palabra, cuando de manera apática y negligente dejamos a un lado el estudio de la Escritura y no frecuentamos el culto público. Hay traición cuando nos olvidamos de él y lo dejamos a un lado de nuestra vida.
Judas traicionó a Jesús. Y más tarde, cuando vio los sufrimientos y el dolor por los que estaba atravesando su Maestro, rumbo a la muerte, se arrepintió de lo que hizo, devolviendo el dinero que había recibido en recompensa por su traición. Pero faltó algo muy importante en la vida de Judas. No confió en el perdón que Jesús le podía dar y perdonarle su maldad. Judas no tuvo fe, no confió que “Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida” (San Juan 14:6). El reconoció su condición, se arrepintió de su pecado y devolvió el dinero, pero no confió en el perdón de Jesús. Por eso, su corazón se llenó de desespero y se suicidó, ahorcándose. Confió en sí mismo y no en Jesús. En Judas hubo pecado de desesperación, por eso se condenó. ¿Cuántas personas hay hoy en día que dicen que creen en Jesús, pero en su corazón no creen la palabra de perdón que Jesús le da, sino tienen sus propias ideas y preconceptos?. Como “creen a su manera”, buscan hacer satisfacción o “una buena obra” para remediar el mal, pero eso no sirve de nada. No es extraño que en cualquier momento llegue el desespero a su corazón y la idea del suicido a la mente.
Otras personas en su ingenuidad e ignorancia de la Escritura, dicen que “ellos son buenos”, que no son como Judas, que era un hombre malo porque traicionó y entregó a Jesús. En este sentido todos los seres humanos somos malos, ( cf. Romanos 3:23), Jesús fue entregado por la maldad de todos los seres humanos de todos los tiempos.
Necesitamos cuidar y auto examinarnos, para no tener este tipo de apreciaciones simplistas e ir a la esencia, a la revelación misma de Dios. Jesucristo trajo el perdón y la paz para todas las personas, y nos concede la paz con Su perdón, al confesar, arrepentirnos y confiar en su Palabra. El mismo nos lo dice en la Escritura: “Vete en paz; tus pecados te son perdonados” (San Lucas 7:48, 50). Lutero afirmó, que cuando las palabras de absolución son pronunciadas por el minsitro, “es tan válido y cierto, también en el cielo, como si nuestro Señor Jesucristo mismo tratase con nosotros” , y la Confesión de Augsburgo declara: “no son las palabras del hombre la que están siendo pronunciadas, sino la palabra de Dios, quien perdona el pecado, ya que la absolución se pronuncia en lugar de Dios y por mandato de él” . Esto nos trae gran consuelo, gozo y paz al corazón.
Podemos confiar y estar seguros de que este perdón es también para cada uno de nosotros, por todos lo errores que cometemos, pues Jesús es el gran y verdadero amigo que no nos abandona en nuestra necesidad, es el verdadero amigo, el amigo “fiel y justo para perdonarnos nuestro pecado y nuestra maldad” (I Juan 1: 9), que se entregó voluntariamente a la muerte en nuestro lugar, y que siempre va estar a nuestro lado, con su amor, derramando sus bendiciones sobre nosotros. En esto, Dios nos muestra su fidelidad y “amor para con nosotros, en que siendo pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Hubo otro discípulo que también traicionó a Jesús, no una, sino tres veces. Es el caso de Pedro. (cf. Lc:22:54-62; Mt 26:57,58, 69-75 ; Mr. 14:53-54, 66-72; Jn. 18: 12-18, 25-27). Después de haber negado a Jesús tres veces, se arrepintió, confesó su pecado a Dios, y confió su vida al cuidado de Jesús. En otras palabras, tuvo fe en Jesús y en el perdón que de El recibió.
Con el perdón y la amistad de Jesús, somos movidos también a perdonar a nuestro prójimo, en la familia, en la escuela, en el trabajo, en el vecindario, en la Iglesia y en cualquier lugar. Por eso podemos orar con Jesús en el Padre nuestro: “perdona nuestras ofensas (deudas), así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden (deudores)” Con Jesucristo, podemos y debemos perdonar los errores de nuestro prójimo y de la misma manera, debemos pedir perdón a El por nuestras faltas. Así nuestra vida será plena, llena del gozo de dar y recibir el perdón, estar reconciliado con todos y lleno de las bendiciones de nuestro buen Dios.
Oremos: Bondadoso Dios, gracias por Jesucristo y por su amistad incondicional, que nos perdona y restaura a una relación plena contigo y con nuestros semejantes. Llénanos de tu amor y paciencia, para que podamos siempre amar y perdonar a nuestro prójimo y ser genuinos amigos. Amén.
GRACIAS A LA HERMANA SILVIA POR EL FONDO
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