La vejez
Maria Cornelia Méndez Casariego de Arigós
Cuánto me costó, amiga, conocerte,
aceptar que llegaste a mi vida,
yo, que estaba segura de mi suerte,
cuando pensaba que nunca vendrías.
Y miraba a los viejos con tristeza,
cual si fuera un estado muy lejano,
creía que luchando con firmeza,
estaría a cubierto de tu mano.
Que inocente y total ingenuidad,
tu vienes como todo llega un día,
aunque ignoremos nuestra realidad,
te encontramos, altiva y decidida.
Decidida a enseñarnos, con paciencia,
que nunca vienes a destruir destinos,
si descubrimos esa vieja ciencia,
de transitar alegres tu camino.
Aprender a gozar de nuestros hijos,
de lo que hoy nos dan, sin pedir nada,
quererlos y expresar el regocijo,
que de su tierno amor, el alma ambarga.
Vivir de cada nieto, una alegría,
mirar en ellos toda nuestra infancia,
y ahora que recordarlo es cosa fácil,
poder sentir de nuevo su fregancia.
Y por fin, conservar nuestros amigos,
aquellos que sentimos alejados,
los que viven felices y queridos,
y los que viven solos y olvidados.
Encontrar cosas nuevas cada dia,
como el comienzo de una etapa más,
pero poniendo en todas , la energía
con que empezamos el acto final.
Y esperar a la muerte sin temores,
con fe sincera y corazón sereno,
porque supimos perdonar errores,
y morir, al final, ¡es lo de menos!
Gracias a la hna. Andrea por el fondo
Pedro Pablo