Jueves, 5 de agosto de 2010 Un susurro divino
Léase 1º de Reyes 19.1-13
Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios. ¡Yo seré exaltado entre las naciones!
-Salmo 46.10 (NVI)
LAS flores y las velas decoraban el salón. El aroma de los alimentos provenía de la cocina. Las risas y los rostros alegres prometían una reunión agradable para las mujeres de la iglesia. Mi amiga y yo pudimos sentarnos juntas y dialogar. Desafortunadamente, casi no podía escuchar nada de lo que decía, porque en la esquina los altavoces difundían música de fondo. Me incliné y observaba los labios de mi amiga. Movía sus manos mientras describía un evento, pero para mi frustración no podía seguir su relato. ¡Si pudiese bajar el volumen de los altavoces o acercar mi oído a la boca de mi amiga! Sólo escuché algunas palabras y recibí un mensaje confuso e imcompleto.
Muchas veces oro y escucho la respuesta de Dios, pero no recibo la dirección que deseo. Me pregunto cuán a menudo eso ocurre porque no puedo escuchar la voz de Dios, apagada por el ruido de fondo en mi vida.
Pero estoy segura de que el problema no proviene de Dios. Cuando dejamos a un lado nuestro afán y nos acercamos a Dios, estaremos en mejor posición de escuchar su guía, aun si nos llega en un susurro.
Sra. Shirley M. Corder (Cabo Este, Suráfrica)
Oración:
Amado Dios, gracias porque nos quieres hablar. Ayúdanos a escuchar tu voz, aunque sea en un susurro. Amén.
PENSAMIENTO PARA EL DÍA
¿Qué me impide escuchar a Dios?
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Por nuestras viejas amistades.
OREMOS: