LA ESPERANZA
Cuando todo parece terminarse y el panorama es de lo más oscuro,
cuando la vida parece haber perdido su significado y ya no hay
nada que hacer; cuando nos sentimos acorralados por fuerzas
superiores a las nuestras, surge la esperanza como recurso final
para encontrar un nuevo rumbo, levantar la frente y continuar
hacia adelante y renovar los esfuerzos para cumplir con la
misión asignada por la vida.
La esperanza es un detonante. Cuando la tenemos se desencadena
en nosotros un deseo de luchar, un ánimo especial para afrontar
cada una de las actividades cotidianas, incluso las más difíciles.
Ella nos permite adquirir el fuerte deseo de seguir adelante
cuando nuestras fuerzas nos abandonan y la voluntad necesaria
para renunciar a nuestros sueños aún cuando el camino es una
cuesta casi imposible de remontar.
La esperanza da sentido a la vida. La esperanza es un detonante
para ponernos en marcha y enviarnos a trabajar con fuerza
detrás de un ideal. En la práctica trabajamos, nos movemos y
actuamos porque tenemos la esperanza de llegar a alguna parte,
de lograr un objetivo, de alcanzar una meta o hacer realidad
un sueño.
La esperanza nos ayuda a soportar ciertos momentos de la vida en
que la dificultad amenaza con destrozarnos el cuerpo y el ánimo.
Además, nos brinda consuelo como un bálsamo en la herida y
nos ayuda a pasar esos momentos de angustia en que parece
que todo terminará y no resistiremos.
Según el diccionario la esperanza es un estado de ánimo en
el cual se nos presenta como posible lo que deseamos.
La esperanza conlleva a tener confianza en el presente y una
expectativa firme en el futuro y tiene una relación cercana con
la fe. La esperanza consiste en un deseo y en la creencia firme
en que éste se hará realidad. Cuando tenemos fe se apodera
de nosotros la convicción de que nuestro deseo Ya ha sido concedido.
Creer es la base de la esperanza. Convicción y certeza es
el sustento de la fé.
La fé tiene el beneficio de que nos lleva a considerar a Dios
como sustento y a considerar su Palabra como cierta, sin ninguna duda.
La esperanza nos da un margen para que luchemos con nuestras
propias fuerzas y talento en busca de lo que Dios nos ha prometido.
Por eso quien tiene esperanza alaba a Dios. Y además se regocija
porque cosecha la siembra propia y la de su Creador. La esperanza
renueva nuestras fuerzas y las refresca para la cotidiana jornada
en que habremos de vernos la cara con sucesos nuevos
y desconocidos.
La esperanza nos inspira, además, a una vida de pureza y a la
perseverancia…es decir a recuperar el equilibrio después de
cada tropezón o a levantarse después de cada caída.
La esperanza sana el alma desalentada y con seguridad será
una amiga fiel que nunca nos abandonará ni desilusionará. Por eso
debemos buscarla, crearla, apegarnos a ella y defenderla de
quienes por haberla perdido intentan desacreditarla.
La esperanza es el puente que nos tiende Dios cuando el viento sopla
en contra y los obstáculos nos impiden ver su gloria. Es el
recurso final que el Creador pone a nuestra disposición cuando
parece que no tuviéramos ningún recurso a nuestro alcance.
(Caricias para el alma)
*Fondo por Vainica *
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