Parte 49
Empecé a tratar de unir toda esa información recibida, mediante textos bíblicos y gráficas que me llevara a entenderla, y poco a poco fue tomando forma para comprender lo que a través de ello empezaba a revelárseme, así, que empecé a ubicar dentro de esa estrella al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en el triángulo en posición normal, y en el triángulo invertido a mi cuerpo, mi alma y mi espíritu, y en el centro de esa estrella a Jesús uniendo al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo con mi cuerpo, mi alma y mi espíritu, lo que me fue llevando a encontrar cierto significado a la trinidad manifestada en mi ser, tratando de entender que debería estar siempre iluminada y unida por la Luz del Señor en su Trinidad Santa y perfecta, porque así, como hay una trinidad manifestada en todas las cosas creadas por Dios, y que posiblemente desconocemos porque nunca nos hemos dado el tiempo para reflexionar en ello, así mismo, deberíamos ser conducidos a reconocer, que, cada una de las personalidades que las conforman tienen una función que realizar al igual que nuestro ser, para cumplir invariablemente con el propósito para el que fueron creadas.
El siguiente, es un ejemplo que recibí en mi mente para tratar de llegar al entendimiento de lo anterior:
Tomemos como punto de partida el H2O como base la cual conocemos como agua, y que aparte de ser líquida puede ser sólida o vapor, es decir, puede encontrarse en tres estados diferentes, y sin embargo los tres están compuestos de la misma base, es decir, diferentes en su estado pero iguales en su origen.
Lo verdaderamente sorprendente y maravilloso, es que aparte de esa diferencia en su estado, la función de cada uno de ellos es también diferente, pues el agua líquida sirve más que nada para satisfacer una necesidad primordial en los seres vivos, el agua sólida sirve para conservar en buen estado muchos elementos para la vida humana, y el vapor, proporciona poderosa energía para diversas necesidades del hombre incluyendo la producción de la energía atómica.
En esos días y poco después de la boda religiosa de mi hija mayor, en la que con la ayuda de mi comadre Lupita, (quién nos hizo un fabuloso descuento en el banquete de recepción, y con la ayuda de otras personas, pudimos afrontar los gastos que generó este evento), reflexionaba en todo lo que nos estaba sucediendo acerca de las soluciones positivas que se estaban dando en algunos de nuestros problemas, sin descubrir, o no querer ver la verdad, de que todo lo que estaba recibiendo a través de mi mente abierta a lo espiritual tenía mucho que ver con ello, sin embargo, mi mente sometida a lo material y tradicional durante toda mi vida hasta esos momentos, seguía oponiendo férrea resistencia para no ser convencido de eso.
Los problemas económicos que nos agobiaban a mi y a mi familia y de los cuales yo era el responsable de buscar y encontrar soluciones para satisfacer todas nuestras necesidades, me estaba impidiendo darle la importancia real que requería la encomienda espiritual que me estaba siendo asignada y que inconscientemente la estaba haciendo a un lado para darle mayor importancia a mi trabajo en la solución de nuestras necesidades materiales que nos aquejaban, lo que me hacía trabajar más de lo prudente.
En esos días, recibí en casa al hermano Santiago, y después de platicar y de orar unos momentos me preguntó: Hermano Luis,
¿Qué le ha puesto el Señor con respecto a nuestro compromiso? Y al contestarle que aún no había recibido nada, él me dijo: hermano Luis, esta situación nos está robando bendiciones que no nos deja crecer en nuestra fe, por lo que yo, lo único que quiero, es que me devuelva el dinero que le presté sin cobrarle un solo centavo de intereses; y me sugirió: Hermano Luis, yo no quiero quedarme con su casa, ¿por qué no la pone a la venta y saldamos nuestro compromiso? y se quedaría con algo de dinero que le permitirá salir adelante.
Agradecí al hermano Santiago por su generosa oferta y procedí a hacer lo conducente para que esto se llevara a cabo. Pueden imaginarse lo que pasé tratando de consolar a mi esposa del dolor tremendo que esto le causó, tratando de convencerla, de que a pesar de todo, era lo mejor que nos podía haber pasado para no seguir cargando el enorme peso de sentirnos impotentes ante los compromisos contraídos, sin embargo, esa sensación de sentirse impotente ante lo ¿inevitable? la llevó a un estado depresivo de gran magnitud que tuvo que ser internada en un hospital, situación que la hizo reflexionar para seguir confiando en el Señor y no seguir lastimándose profundamente.