Parte 48
Comenzó a revelárseme de una manera que me sorprendía cómo llegar a esa separación del mundo material y del mundo espiritual, ya que a pesar de que tradicionalmente sé que mi ser humano esta conformado de cuerpo, alma y espíritu, no sabía realmente que función desempeñaba en él cada una de esas tres personalidades, lo que aún sin querer o no querer darme cuenta, vivía en una terrible ignorancia con respecto a ello.
Así las cosas, volvió a serme revelado en mi mente, que en este mundo material que me cobija y que por lo mismo me es particularmente conocido, se mueve, se desenvuelve y se desarrolla la personalidad que es mi cuerpo conformado en sus diferentes partes.
Que el mundo del alma es en donde se mueve, se desenvuelve y desarrolla esa substancia espiritual que es mi mente, misma que se encuentra subyugada en sus conocimientos, emociones y sentimientos, al mundo material que cobija a mi cuerpo, y que por lo mismo no se le ha permitido conocer acerca de la esencia espiritual de la que mana la vida misma.
Que el mundo espiritual es en donde se encuentra esa esencia de la vida en donde se nos dará a conocer, que todos los seres animados o inanimados fueron creados para seguir el orden y propósito de Dios para el mundo, y de una manera muy especial para el hombre los siguiera, el cual fue creado a su imagen y semejanza en su Trinidad Santa y Perfecta.
Pero, ¿cómo podría entrar en ese mundo en donde se encuentra toda la Sabiduría Espiritual que le es dada al hombre para que ésta sea conocida y transformada para su beneficio? Hombres y mujeres han sido escogidos por el Señor, aún sin ellos saberlo, y han sido introducidos en esa dimensión espiritual para darles ciertos conocimientos para el desarrollo espiritual y material de la humanidad. Sin embargo, el hombre ha hecho a un lado el orden y propósito espiritual para llevar a cabo sus propios proyectos, mismos que lo han conducido a abusar y menospreciar en el Nombre de Dios a su misma especie, sin ninguna consideración, sin ninguna piedad y sin ningún respeto, avivando en el hombre su sed de venganza, haciendo que en millones de seres humanos sea sembrada la duda acerca de la existencia divina del Señor.
La dulce voz que escuchaba en mi mente, me llevó a conocer lo que el Señor dice en su Palabra: La llegada del Reino de Dios no es cosa que se pueda verificar. No se va ha decir: Está aquí o está acá. Y sepan que el Reino de Dios está en medio de ustedes. Lucas cap. 17: versículos 20 al 21)
Meditando en lo anterior, fui conducido a discernir, que lo que en realidad Jesús nos está diciendo, es que en el centro de mi ser, y en el centro de cualquier persona, se encuentra el mundo del alma, que es el que une a mi cuerpo ubicado en este mundo material, con mi espíritu, por lo que mi alma, es la única personalidad de mi ser que puede tener acceso a la mente y sabiduría espiritual, sólo, que en el mundo del alma, se encuentra mi mente, dominada, adormilada y controlada por las cosas materiales y tradicionales de este mundo, que nos impide acercar convenientemente a la dimensión espiritual para conocer de nuestro verdadero origen y de las misteriosas cosas espirituales del Único Dios en su Trinidad Santa y Perfecta.
Después de ser llevado de la mano por el Señor para discernir lo anterior, esa noche, al acostarme a descansar y dormir, volví a escuchar esa dulce voz que me empezó a decir:
José Luis, La Paz del Señor sea contigo, escucha y atiende: Poco a poco conocerás y aceptarás en dónde se encuentra, en primer lugar, el camino, posteriormente la verdad y después la vida verdadera, tiempos que te serán revelados y como seguirlos a través de la Palabra de Jesús, para que al ir entendiéndolos y comprendiéndolos, vayas adquiriendo la fuerza mental necesaria para ser verdaderamente receptor de la paz del Señor.
Comenzaron a desfilar en mi mente sometida a la vigilia del sueño, formas y palabras que tendría que definir adecuadamente con la ayuda de esa voz que resonaba dulce y tiernamente en mi mente, con el fin de ir entendiendo y juntando toda esa información que estaba recibiendo, en la que resaltaba nítidamente la Estrella de David, convertida ahora en la Estrella de Belem, formada ésta por dos triángulos equiláteros colocados, uno, en posición normal, encima del otro que se encuentra en posición invertida, formando así una estrella de seis picos, y en el centro de ella, la luz de Jesús uniendo la trinidad humana con la Santísima Trinidad de Dios.