Parte 46
De repente, me vi postrado en la cama padeciendo de un ganglio infectado en la entrepierna, infección que lo había hecho crecer exageradamente lo que me imposibilitaba en esos momentos el seguir participando en la lucha diaria para satisfacer nuestras más apremiantes necesidades, lo que provocó que mi familia luchara por cuenta propia teniendo encima mi enfermedad la cual duró un buen tiempo en el que el hermano Santiago y otros hermanos en la fe, oraban por nosotros para animarnos a sostenernos en la fe del Señor para soportar esta prueba a la que estábamos siendo sometidos, sin entender por qué Dios estaba permitiendo todo eso, si como se nos estaba haciendo creer, él nos amaba profundamente sin condiciones.
Pasado algún tiempo en que nuestras necesidades lo permitieron, mi familia me llevó al médico para ver la forma de atacar y terminar con esta enfermedad que me tenía postrado.
Lo que revelaron ciertos estudios realizados en un determinado lugar, fue que se trataba de un tumor canceroso, lo que causó gran inquietud, miedo y una tristeza infinita en mi esposa que no sabía que hacer, sin embargo, y como nuestra fe en Jesús se había acrecentado un poco al asistir regularmente a recibir de él en una congregación cristiana, en donde sentíamos un gran consuelo y una paz que no habíamos sentido antes, ella invoco la ayuda de Dios en el Nombre de Jesús para poner en sus manos esta situación y que tomara el control de ella, e increíblemente así sucedió, ya que éste resultado no le fue satisfactorio al médico que me atendía y ordenó estos mismos estudios en otro lugar que arrojaron un diagnóstico distinto al primero, lo que le devolvió la calma a mi esposa ya que solo ella estaba enterada del primer diagnóstico.
Nuestra fe aumentó un poco más, lo que hizo que deseáramos seguir asistiendo a esa congregación cristiana que ahora comenzábamos a sentir como nuestra.
Y como para ir cimentando nuestra fe en el Señor Jesús, fui atendido en un hospital público en donde el médico que se había hecho cargo para controlar mi enfermedad, me sometió gratuitamente a una sencilla operación para extirpar el ganglio infectado, lo que poco tiempo después me permitió recuperarme por completo. Esto que sucedió, nos hizo creer, aunque no convencidos del todo, que todo fue porque quisimos recibir el amor y la misericordia de Dios al invocar su ayuda en el Nombre de Jesús, y toda la familia nos sentimos en la obligación de darle gracias por las bendiciones recibidas a través de esta sanación, para nosotros, milagrosa.
Seguimos en la lucha por cubrir nuestras necesidades invocando algunas veces como una alternativa más, el Nombre de Jesús, y a insistencia de mi hijo, retomamos una actividad comercial que antes habíamos desarrollado y en la que fuimos dirigidos y sostenidos con nuestros propios conocimientos y fuerzas finitas, mismas que nos habían proporcionado en esos tiempos, excelentes beneficios económicos, pero, y aquí está el pero, por razones de una competencia desleal en la que los clientes preferían un menor costo sacrificando la calidad del producto, decidimos abandonar el mercado e introducirnos, por primera vez a insistencia de mi hijo, en una nueva actividad comercial en la que empezamos a tener logros bastante significativos, hasta que las condiciones económicas del país se deterioraron de tal manera que nos llevaron a padecer de lo que ya les he ido dando a conocer.
Pues bien, como les dije anteriormente, retomamos nuestra primera actividad comercial y la iniciamos con bastante dificultad porque apenas se vislumbraba un pequeñísimo repunte económico en el país, sólo que ahora, aunque fuera por conveniencia, empezaba a conocer un poco más de Jesús, en quién, de vez en cuando, amparábamos por las dudas nuestras actividades.
Como en todo inicio, empezamos a trabajar con resultados muy poco alentadores, pero con la confianza de que todo iba a mejorar, mientras tanto, seguía estudiando, y más o menos tratando de entender la enseñanza que nos es transmitida a través del Nuevo Testamento, en el que poco a poco se iba despertando en mí el interés de descubrir cosas que ignoraba profundamente porque no había tenido el tiempo ni el menor interés para meditar seria y profundamente en la Palabra, porque, para querer hacerlo, tenía qué por fuerza hacer a un lado toda la información y enseñanza que había recibido escasamente sobre el concepto de lo que Dios es, en el azaroso transcurso de mi vida.
Las cosas que experimentaba antes de entrar en ese trance mental en el que me paralizaba por completo, ya no sucedía como al principio, pues ahora era como si se hubiera abierto una puerta por la que me introducía como un alumno a su salón de clases, por lo que aún despierto, la dulce voz me seguía trasmitiendo sus mensajes diciéndome:
¡José Luis! Escucha y Atiende: