Alabado sea Jesucristo…
En las sacristías de las iglesias suele haber una inscripción para el sacerdote que se reviste, que dice algo así como: “Sacerdote, celebra esta Misa como si fuera tu primer Misa, tu única Misa y tu última Misa”.
Trasladando esto a la vida común de cada uno de nosotros, también tendríamos que hacer cada acción de la vida, cada oración, cada acto de piedad como si fuera el primero, el único y el último, y así entonces qué bien emplearíamos el tiempo que tantas veces desperdiciamos en tonterías y pasatiempos inútiles. ¡Qué bien haríamos todas las cosas! Y las disfrutaríamos más y las realizaríamos con mayor responsabilidad, tratando de hacerlas lo mejor posible.
Hagamos el propósito de, a partir de ahora mismo, comenzar con esta disposición de ánimo, y ya la primera acción que tengamos que hacer, esforcémonos por hacerla a la perfección, pero sobre todo como si fuera la primera, la única y la última. Y un buen incentivo para hacer esto es haciendo todo por María, teniéndola a Ella como nuestro motor para actuar, y así entonces todas nuestras acciones no sólo serán excelentes, sino que tendrán un gran valor redentor y hasta serán más útiles incluso desde el punto de vista humano.