Me voy a remitir a un texto de Guy Trobas que aborda la desilusión en relación a la decepción, el desengaño y el desencanto.
Este psicoanalista retoma este concepto sirviéndose de André Gide, quien en su Diario, que había sido interrumpido durante tres años, fue retomado luego de cenar con un compañero de viaje, hacia a la URSS, en 1936. Allí escribió sobre el inmenso desconcierto en el que se sentía, espantado por la renuncia a la crítica que implicaba la religión comunista. Ese amigo hablaba de decepción, pero a Gide no terminaba de convencerle ese teérmino, aunque lo termina utilizando en su escrito.
Así, Guy Trobas propone para el Scilicet de la AMP 2010, el término de “desilusión”, para designar un acontecimiento que deja al sujeto frente a un vacío.
Si bien la lengua nos habilita a través del diccionario algunos sinónimos como decepción, desengaño y desencanto, estos tres términos tienen un impacto muy diferente para el sujeto -en relación al que tiene la desilusión.
Puedo decir que en estos tres términos se lee cierta posibilidad del sujeto de darle algunas vueltas cuando se sienten desengañados, desencantados o decepcionados…
En los dos primeros, en desengañados y desencantados, se pasa de la tristeza al enojo enardecido, deseos de venganza, o simplemente un “autoconvencimiento” pretendido de que eso no les volverá a ocurrir, que “del error se aprende”…hasta que verifican que no es así, que justamente en la repetición se lee un síntoma, no que por repetir ensayo – error, se aprende…Pero bueno, son recursos que el yo tiene para volver a armarse y seguir.
En cuanto a la decepción, ya es algo de otro orden: algo inesperado. Un encuentro que rompe algo que ya había, algo hermoso, encantador, efímero…Es el encantamiento mismo del ilusionista.
Ahora bien, la ilusión que alcanza la desilusión es totalmente diferente a las anteriores, ya que no se trata de algo hermoso que se espera, o de espejismos enceguecedores y efímeros, sino que de lo que se trata en la desilusión es de una cierta elaboración que se obtiene de la fuerza particular que entraña la cercanía al vacío central del ser; lo que conocemos como eso “dolor de existir”.
Tanto Freud como Lacan vinculan esa ilusión a esa “alucinación primaria”, haciendo de ella el resorte de la sublimación.
Freud en “El porvenir de una ilusión” dice que en la ilusión, esa perspectiva de cumplir los deseos más primordiales sumerge las últimas defensas de la reflexión todavía posible en alguna creencia.
Lacan, en el Seminario 7 “La Etica del psicoanálisis” llama la Cosa a ese vacío fundamental que de alguna manera “determina” las sublimaciones.
A la vez, Lacan reconoce que la ilusión no se estructura de la misma manera por ejemplo en la religión que en el arte.
El arte es un modo de organización alrededor de un vacío. La religión consiste en evitar ese vacío.
Más allá de Freud, Lacan agrega un tercer término a los anteriores. La ciencia. Como la ilusión que genera ese modo de sublimación, a modo de ese rechazo forclusivo donde el “cientificismo” encuentra su fundamento de base.
Para terminar, Trobas dice que la potencia que tenga para el sujeto la desilusión será en función de la ilusión que hay en juego.