Alabado sea Jesucristo…
Hay una leyenda que cuenta la vida de un volatinero, que daba saltos y saltos por los pueblos para alegrar a la gente. Un día, cansado de esa vida, quiso entrar a un convento para servir a Dios y fue aceptado por su buen corazón. Pero, cuando los monjes iban a la iglesia a rezar en sus grandes libros, él se sentía triste, porque no sabía leer y creía que nunca podría hacer oración como los otros monjes.
Una noche, cuando todos estaban dormidos, se fue a la capilla y le dijo al Señor: “Señor, Tú sabes que yo no sé leer ni rezar, pero te amo y te lo quiero demostrar con mis saltos y piruetas como cuando hacía reír a la gente. Ojalá te pueda consolar y hacer reír”. Así empezó su sesión de saltos y más saltos para alegrar a Jesús.
Pero el Superior oyó ruidos y fue a la capilla. Y, cuando le iba a llamar seriamente la atención, vio que Jesús se sonreía desde su imagen; y entendió que estaba contento de aquella manera sencilla de expresarle su amor, que era una bella manera de orar.
Sagrado Corazón de Jesús. Mil gracias por concederme un día más para adorarte y servirte. La mies es mucha y pocos son los obreros para recogerla. Es La Palabrade Dios. Alabado sea Jesucristo. Amén. Detente, el Corazón de Jesús está conmigo. Yo siembro cada día estas Pequeñas Semillitas, para popagar la Fé en el Sagrado Corazón de Jesús. Así sea. Casimiro López