Yo estaré a tu lado, sin duda alguna,
en todo lo que hayamos creado juntos:
En las risas
y en las lágrimas que intercambiamos.
Y en todos aquellos
que pasaron a nuestro lado y que,
irremediablemente, recibieron algo de nosotros,
y llevan incorporado
-sin ellos ni nosotros notarlo-
algo de ti y algo de mí.
También nuestros fracasos,
nuestra indolencia y nuestros pecados
serán testigos permanentes
de que estuvimos vivos y no fuimos ángeles,
sino sólo humanos.
No te ates a los recuerdos ni a los objetos,
porque dondequiera que mires
que hayamos estado,
con quien quiera que hables que nos conociese,
allá habrá algo mío.
Aquello sería distinto,
pero indudablemente distinto,
si no hubiésemos aceptado
vivir juntos nuestro amor;
el mundo estará
ya siempre salpicado de nosotros.
No llores mi ausencia,
porque sólo te faltará mi palabra nueva
y mi calor de ese momento.
Llora, si quieres,
porque el cuerpo se llena de lágrimas
ante todo aquello que es más grande que él,
que no es capaz de comprender,
pero que entiende como algo grandioso,
porque cuando la lengua no es capaz de expresar
una emoción, ya sólo pueden hablar los ojos.
Y vive. Vive creando cada día,
y más que antes.
Porque yo no sé cómo,
pero estoy seguro de que,
desde mi otra presencia,
yo también estaré creando junto a ti,
y será precisamente en ese acto
de traer algo que no estaba,
donde nos habremos encontrado.
Sin entenderlo muy bien, pero así,
como los granos de trigo que no entienden
que su compañero muerto en el campo
ha dado vida
a muchos nuevos compañeros.
Así, con esa esperanza,
deberás continuar dejando tu huella,
para que, cuando tu muerte
nos vuelva a dar la misma voz,
cuando nuestro próximo abrazo
nos incorpore ya sin ruptura
a la Única Creación,
muchos puedan decir de nosotros:
si no se hubiesen amado,
el mundo estaría más triste.
D/A
Casimir López Cano