9ª Parte: Ayer, mi amor, yo soñé, que vestida con aladas muselinas y gasas, dejando tras de mi radiantes estelas y halos luminosos, sobre tu cuerpo, dichosa caminé, hasta tu boca llegué, dulcemente, con la mía, rocé y acaricié, tu generoso corazón lamí a besos, me detuve, al llegar a tu pecho viril, sobre él recosté mi cabeza y esparcí mis cabellos, rubios, dorados, cual espigas de trigo, lo acaricié con mis cálidas manos, y mi mundo se pobló de los mil y un ensueños del amor ... Y todos los luceros y estrellas del Cielo en ellos surgieron, fueron mis compañeros de vuelo, de ambrosía, y travesías. Envuelta y bañada con sus luces, Ellos, ellas y yo, envolvimos, con nuestros brazos, tu amado cuello; lentamente bajamos por tu vientre esperando alcanzar tu Monte, ese tu Sacro Monte, y culminar su cima, pero un Monje inclemente, con espada de fuego, el paso nos prohibió en su fe, ante nos se mostró intransigente, cuando íbamos a degustar el fruto del Árbol de la Vida y nos quedamos sin probar la fruta prohibida, y ni ellos , los luceros ni ellas, las estrellas ni yo sabemos si nuestros padres Adán y Eva, perdieron o ganaron el prometido Paraíso, pero sí sabemos, que , ellos, ellas y yo, contigo hicimos el amor montados en la blanca nube dulcemente acariciada por el soplo de la brisa, que alcanzamos el sumum del glorioso éxtasis para retornar a Génesis, puros y nítidos limpios y cristalinos, envueltos y rodeados de esplendor, engalanados con el fulgor de tu amor. ¡Pero es verdad amor... que yo, ayer, caminé por tu cuerpo!
Continuará...
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