Hace unos 3.260 millones de años debió chocar con nuestro planeta un
asteroide gigantesco, entre tres y cinco veces mayor que el provocó
extinciones masivas en la Tierra, incluida la de los dinosaurios, hace
65 millones de años. Era la época que los científicos denominan el
período de bombardeo masivo tardío, hace entre 3.000 y 4.000 millones de
años, y los primeros seres vivos, microorganismos, debieron ver
afectado radicalmente su entorno. Unos investigadores estadounidenses, a
raíz de sus estudios de una peculiar formación geológica en Sudáfrica,
han reconstruido la colisión. El asteroide, de entre 37 y 58 kilómetros
de diámetro, debió hacer un cráter de 500 kilómetros de diámetro (dos
veces y media mayor que el de los dinosaurios), generaría un terremoto
de magnitud superior a 10.8 y las ondas sísmicas se propagarían por todo
el planeta desencadenando otros grandes seísmos; tsunamis mucho más
grandes de los que conocemos barrerían todos los océanos…. La velocidad
de impacto del asteroide sería de unos 20 kilómetros por segundo.
Las hipótesis de los científicos contaban ya con estos cataclismos
gigantescos en el pasado remoto del planeta, pero hasta ahora no habían
podido determinar su escala, afirman los investigadores, que presentan
sus conclusiones en la revista Geochemistry, Geophysics, Geosysems, de la Unión Geofísica Americana (AGU) estadounidense. Los expertos, liderados por Norman H. Sleep, de la Universidad de Stanford, modelizan, por primera vez, el tamaño del asteroide y el efecto que tuvo la colisión en el planeta, resalta la AGU.
Se estima que el asteroide de los dinosaurios liberaría más de mil
millones de veces más energía que las bombas atómicas de Hiroshima y
Nagasaki y el de hace 3.260 millones de años, muchísima más. Los
científicos describen los efectos en todo el planeta: la atmósfera se
llenaría de polvo y la superficie de los océanos herviría; el cielo se
pondría rojo de puro calor y el impacto lanzaría al aire roca vaporizada
que envolvería todo el planeta, que se condensaría en gotas que caerían
al suelo ya solidificadas. Desde luego la vida primitiva se vería
afectada por los efectos masivos en la corteza terrestre, e incluso la
tectónica de placas. Los cambios ambientales, sugieren los
investigadores, bien pudieron barrer muchos organismos microscópicos
primitivos existentes en aquel momento dejando hueco a la evolución de
otros que aprovecharían el vacío, como ha sucedido en otras extinciones
masivas.
En un planeta tan dinámico como la Tierra, no cabe contar con la
supervivencia, más de 3.000 millones de años después, del cráter de
impacto tal cual. La erosión, la actividad de la corteza terrestre y
otras fuerzas que configuran la superficie habrían destruido los lugares
de choque de aquellos objetos celestes durante la era del gran
bombardeo tardío. Pero el equipo de Sleep ha dado con las pistas del
acontecimiento en el denominado cinturón de rocas verdes de Barberton,
un área de unos cien kilómetros de longitud y 60 de ancho al este de
Johannesburgo, con rocas que son de las más antiguas del planeta. El
impacto no sería allí mismo sino a miles de kilómetros sin que estos
expertos puedan indicar exactamente dónde, pero la formación geológica
de Barberton y sus fracturas características encajan con los efectos del
gran impacto de un asteroide que los investigadores reconstruyen ahora.
Nota: Se transcribe este artículo con
el sólo y único fin de crecer en conocimiento, sobre el impacto de un
meteorito gigante de 37.000 metros que chocó con la Tierra hace 3.260
millones de años y cusó la extinción hasta de los microorganimos
primigenios de nuestro planeta. Los científicos describen los efectos
en todo el planeta. La atmófera se llenó de polvo y la superficie de los
océanos hervirían y el cielo se pondría rojo de puro calor y el
impacto lanzaría al espacio roca vaporizada que envolvería todo el
planeta y engendró un terremoto de magnitud superior a 10.8 y las
ondas sismicas se propagarían por todo el planeta desencadenado otros
grandes seismos y Tsunamis que brrerian todos los oecéanos. Casimiro
López