Dormida,
Tus labios saben a luz de luna,
A la miel prohibida de las abejas,
A carne trémula y obediente.
Tu silueta yaciente desdibuja mis caricias,
Infinito desbocado de caricias, leves y robadas,
Casi como el roce de la noche más negra
Sobre el ocaso de dos sábanas de seda.
Tus pechos destapados juegan a no quererme,
A esquivarme de perfil,
O no mantenerme la mirada.
Y mis dedos escriben sobre ellos
Una palabra que todavía no existe
Porque tus labios y los míos aún no la pronunciaron.
Tus ojos, nocturnos,
Se amortajan con la tela suave de tus párpados,
Tela que miro,
tela que busco,
tela que beso…
Aprovechándome de que sigues dormida.
Dormida,
Tu voz es un arrullo de sombra,
Una memoria de un alba malgastada.
Que se acuna en los suspiros
Que me bebo mientras sueñas.
Dormida,
desnuda,
tendida,
Pareces imposible,
La hermosura leve y robada,
De una belleza
indescribible.
JOHAN
|