Con qué precisión de troquel me hablas, hombre Sabes de la mar salada más que el Emperador Celeste, más que los Coleccionistas, más que los Catedráticos, más que los Buzos y Directores de Museos; también más que las gaviotas que en el mar deyectan, comen, duermen.
Continúa, continúa transvasándome tu sabiduría marinera. ¡Qué elocuencia resbaladiza de pez! ¡Qué hábitos marisqueros me descubres!
Como tu piel, tienes los ojos atezados de conocimientos misteriosos para mí. No te afeites; es igual. Ahora vuelve a contarme lo de la lapa y el camarón su lucha, esa rabiosa y continua pelea de los seres húmedos que como en la tierra huyen, abusan, se esconden, matan con recochinamiento.