Liberación
Me quede sentada en el sofá, mi mente estaba tan lejana…, que no pensé en las consecuencias, de aquella pequeña discusión, que tontamente habíamos tenido, una vez más. Que llevó al desenlace, que a continuación os relato: La puerta dio un portazo, oí como salía refunfuñando. Últimamente se quejaba de todo. Y en verdad, la convivencia se estaba volviendo un poco incontrolada. Seguramente era mía la culpa, o quizás de él, o de los dos tal vez; o quizás el tiempo y la rutina acabaron con el cariño. Ya no digo amor sino cariño, porque el amor murió… no se que día, ni porque, ni como. Tal vez se agotó, se termino, se murió de tanta obligación y rutina. Aún recuerdo esos días en que mendigaba su amor, como una niña buscando sus mimos y sus besos; cuando aún sentía deseos de él. Ahora, todo esta vacío, la casa ya no es un hogar, y todo me parece vacío en este devenir nuestro. Me siento como un ruiseñor enjaulado, deseo volar y tengo las puertas cerradas. Su monotonía me aburre, sus chistes ya no me hacen reír. Él no cambia, no evoluciona, se ha quedado atrás en el tiempo. Y aún, cree que todo volverá a ser como antes. Cuan equivocado esta, la felicidad no es vivir como él cree. La evolución de las personas, se desata en un momento y él no quiere evolucionar. Sus miedos, llegan a inutilizarle como persona, se aferran a su vida, a sus emociones. Tanto que, solo se siente seguro en las rutinas, que usualmente realiza. Las cosas nuevas le asustan, las situaciones extrañas le sofocan, y hasta llega a encolerizarse conmigo; cuando surge alguna situación nueva. Eso lo limita a él y a mi vida también. No soporto más estar parada y a la vez… tengo lastima de él. Podríamos haber sido tan felices juntos, si él hubiese cambiado de actitud, si al menos su egoísmo no interrumpiera mi vida, si me dejara volar y crecer como persona, todo seria tan distinto. Pero él ni vive ni me deja vivir, se aferra a mi persona como fuente principal de su vida. Su inseguridad, a veces hace que me sienta insegura también, y que dude, de los pasos que quiero dar. Pero soy fuerte, gracias a que la negatividad suya, nunca se me pego. Cada día me levanto con más fuerza, y me siento poderosa. Mientras, él observa mis movimientos atentamente, vigilando como un león a su presa; y encima, queriendo que yo lo acompañe, en su desventura. Esta es mi queja, pero él por su parte ¿pensara sobre lo mismo? A veces noto como me mira, si. Esas veces sabe que estoy distante de todo, aunque este rodeada de mi familia o de los amigos. Esos momentos, en los que me abstraigo de todo y me refugio en los recuerdos; en momentos vividos, algunos felices que me hacen sonreír y en cambio otros me entristecen el alma, al pensar el tiempo que llevamos juntos y ahora simplemente parecemos dos extraños. Uno frente al otro o al lado, solos o en compañía y todo es vacío, ruin, falso y prepotente. Otras veces, hago esfuerzos sobrehumanos, para que la compañía sea lo más grata posible. Pero dentro de mí, la falsedad y la hipocresía, que siempre odié, ahora reinan en todos los momentos de mi vida. Créanme, no es nada fácil, esta realidad que día a día vivo; y mucho menos, vivirla a un nivel consciente. Seguir luchando un día tras otro, aguantando la misma rutina, la misma mirada lejana e inquietante; pero a la vez soy inocente, de todo lo que mi interior piensa. No, no es nada fácil seguir viviendo a su lado, seguir compartiendo el mismo aire, el mismo nido. Soporto las mismas palabras cada día, nada nuevo, nada que me sorprenda, ni que aporte a nuestras vidas un halo de romanticismo o quizás una chispa de alegría. Sinceramente, hastiada de el, ya tampoco la quiero, me sobra y hasta me molesta la visión de su persona. En que punto empecé a odiarle, en que punto se inició ese molestarme a mi persona. Me desvaloró y me hizo perder todo el amor que sentía por el. Si amor, un día lo amé. Algo, que lo veo tan lejano hoy, que me parece que aquel sentimiento, no era amor, pero sí que lo fue. Porque si no lo fuera, no me hubiera dado a el, no me habría convertido en su esposa, ni hubiese pasado por tantas calamidades, como pasamos juntos. Fue una lucha continua, con insoportables vejaciones, que me iban mermando cada día. La convivencia enterraba el amor, en una tumba tan honda, que cuando quise volver a encontrarlo ya no existía. Eso se convirtió en un odio latente, en una agonía por subsistir, en un paraíso que creé en mi mente y que me hacia sujetarme a esa vida, que un día decidí que era para él. Se la entregué, juro que se la entregue, pero era tan joven, tan inocente… que nada de lo que surgía entre los dos podía con ese [diré] "amor" y luche a su lado, luche tanto que criamos a dos hijos y mi vida fueron ellos. Ellos, es lo mejor que me ha dado. En ellos me he refugiado siempre, pero ahora después de treinta y un años de vida en común, aguantando su carácter y sin ellos mi vida ya no tiene sentido, a su lado. Ahora solo estamos él y yo, en casa. Cuando pienso en ello, me digo a mi misma, si entre él y yo hay aun algo más. Mi mente dice que no, mi corazón dice que ya no queda nada. Pero en mi obstinación, aún sigo luchando por algo inexistente, esa lucha me hiere en mi amor propio, como una lanza que atraviesa mi cuerpo, haciendo que me doblegue. Estoy tan sumida a esta vida, tan acostumbrada a servir a todos, que de ello hice una razón para vivir. Mendigaba cariño a cambio de sus favores, di ayuda a los demás a cambio de una palabra de cariño; sin saber o sin darme cuenta, que esos favores o ayudas, solo eran una conveniencia de los demás, hacia mí. En un principio si me las agradecían, pero que después se fue convirtiendo en una obligación, falta por completo de agradecimiento, ni cariño, ni nada más que conveniencia de ellos. Solo soy la sirvienta, la persona que esta ahí para solucionar todo, aquella con que siempre se cuenta y ya no estoy dispuesta a aguantar mucho más. Yo tampoco soy perfecta, se que tengo mis fallos y que sin duda él querría otras cosas de mi. Pero ya es imposible, ha matado mis ilusiones y yo las enterré hace tiempo. Ahora, pienso que mi vida necesita girar, salir de su entorno y de todo lo que me rodea. Aún tengo ataduras, pero son cada vez menos. Continuamente pienso en ello, y aunque salir sola a la vida, a estas alturas me asusta un poco. Me siento capaz de empezar de nuevo, y comenzar a hacer algo por mi misma. Es dura la batalla, y es dura la resolución. Pero dentro de mi, se que está esa persona luchadora, y retadora como siempre; y aunque con timidez, se que soy capaz de enfrentar a todos y con mi lucha me abro camino, a como de lugar. Me levanto del sofá y dejo los pensamientos a un lado. Ahora, cojo mi maleta y como sin darme cuenta, empiezo a poner algunas cosas personales. No me llevaré apenas nada, casi empezare de cero, me digo. Meto mis documentos, algunas fotos de mis hijos y cierro la maleta que va llena de recuerdos inmateriales y rebosantes de esperanza. Voy al baño, me miro al espejo, me peino y me veo tan cambiada ¿quien soy, donde voy, que hago me digo? Mejor ni mirar mucho más, preciso de salir ahora, sin repensar nada. Voy a la mesita de noche cojo mis ahorros, fruto de mi trabajo y salgo. El aire golpea mi rostro, me es una bofetada en la cara, que se estampa contra mí, también refresca mis ideas, pero estas están fijas en un rumbo que ya no cambiara. Cojo un taxi, le digo que me lleve a la estación. El taxista me mira, nota algo extraño, quizás denote en mi rostro la angustia que llevo. Lo siento me digo, pero miro por la ventanilla las calles, las gentes y todo lo que dejo atrás y que no volveré a ver; porque no pienso volver. Seré la mala, la que abandona, la que dejo al "pobrecito", pero sabrán acaso nunca… la dejadez que el tubo hacia mí. ¡Hoy surge una nueva vida, hoy soy "ya" una nueva mujer!
¡¡¡NO A LA VIOLENCIA MACHISTA!!!
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