Alabado sea Jesucristo…
Refiriéndose al Evangelio de hoy, ha escrito el teólogo José Antonio Pagola:
La
escena es cautivadora. Cansado del camino, Jesús se sienta junto al
manantial de Jacob. Pronto llega una mujer a sacar agua. Pertenece a un
pueblo semipagano, despreciado por los judíos. Con toda espontaneidad,
Jesús inicia el diálogo. No sabe mirar a nadie con desprecio, sino con
ternura grande. “Mujer, dame de beber”. La mujer queda sorprendida.
¿Cómo se atreve a entrar en contacto con una samaritana? ¿Cómo se rebaja
a hablar con una mujer desconocida? Las palabras de Jesús la
sorprenderán todavía más: “Si conocieras el don de Dios y quién es el
que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría del agua de la
vida”.
La
mujer escuchó a Jesús y se dejó llevar por la confianza que Sus
palabras generaban en su corazón. Una actitud de fe que todos nosotros
debemos imitar, ya que Jesús nos habla todos los días, y tendríamos que
razonar que: Si yo escucho, Dios no se calla. Si yo me abro, él no
se encierra. Si yo me confío, él me acoge. Si yo me entrego, él me
sostiene. Si yo me hundo, él me levanta.
¡Buenos días!
Comprender y aceptar
Respetar
las opiniones del otro es una de las mayores virtudes que un ser humano
puede tener. Las personas son diferentes, por lo tanto piensan y actúan
en forma distinta. No juzgues, tan sólo comprende. Alguien escribió con
acierto: "Comprender es una palabra viva y la carne de esa palabra es
amor”. Reflexiona, pues, con amor y comprenderás mejor a los demás.
Un
niño que sufría por las riñas y conflictos diarios de sus padres,
preguntó un día a su papá cómo comenzaban las guerras. El papá,
pacientemente, se sentó y empezó a explicarle:
—Imaginemos
que México se enoja con Guatemala... La mamá, que oía la charla, le
interrumpió bruscamente: —Pero México y Guatemala no están enojados. El
papá: —Lo sé, pero es un caso hipotético. La mamá: —Pero así confundes
al niño. El papá: —¡No, mujer, no! La mamá —:¡Sí hombre, sí, no me
contradigas! El niño: —Papá. ¡Ya entendí cómo comienza una guerra!
Las
buenas relaciones humanas en el hogar y fuera del hogar necesitan un
clima de aceptación mutua, de comprensión y compasión, y en especial de
paciencia. Es una faceta del amor. San Pablo en el magnífico himno al
amor en 1ª Corintios 13, dice que “el amor es paciente”. La paciencia es
difícil. Pide ayuda al Señor y ejercítate todos los días.
Padre Natalio