IDILIO
Idilio de ensueños que nacen serenos,
tal como nacieran el alba o la luz,
estrellas brillantes cubren ese juego
que el amor marcara, formando una cruz.
La noche en silencio cobija la escena,
un canto de ensueño tocando el lugar,
las tímidas luces de un candil de velas
son testigos mudos, de una amor fugaz.
El lecho impaciente abraza al amante
que entre las tinieblas esperando está
por su dulce amada, que en solo un instante,
llegará radiante y el sueño será.
Mil fuegos, mil luces se encienden de pronto
dando así al recinto el brillo de un sol,
las voces se mezclan en el tibio ambiente,
haciendo muy dulce, la entrega de amor.
Y como una rosa cubierta y silente,
o tal vez como un lirio de blanco candor,
majestuosa irrumpe en la escena del juego
la mujer más bella, maja de pasión.
De pronto despierta el amor verdadero,
ese que sin prisa, vendrá a reiniciar
la historia del mundo, la vida y el tiempo,
la canción antigua, del vivir y amar.
Antes de la entrega todo fue explosivo,
caricias sin tiempo, gemidos sin son,
los roces causaron fuegos que feroces
fundían las carnes, trémula razón.
Las pieles ardientes cantaron conmigo
oda de mil voces, canticos de amor,
ya después de tantos sonidos y roces
hubo mil suspiros, que el amor donó.
Luego llega plena la paz de los cielos,
y vuelve a los cuerpos, ternura y razón,
compartiendo acaso caricias sentidas
vendrá el sueño amable, como colofón,
a tan solo un acto, de toda una vida,
obra de mil años, ¿Su nombre? El amor.