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Horas de Añoranza
Todo viene que acuerde que tú huiste,
Todo que me rodea de ti habla.
Inda la almohada, en que pousaste la fronte
Tu perfume predilecto exhala
En el piano nostálgico, a la tu espera,
Duermen sueño de muerte las armonías.
Y el vals entreabierto muestra la frase
La dulce frase qu'inda hay poco leías.
Las horas pasan largas, adormiladas...
Desciende la tarde en el coche vaporoso...
D'Ave-Maria la campana, que solloza,
Es por ti que solloza más quejoso.
Y no vienes sentarte cerca, muy cerca
Ni derramas al viento de la tarde,
La copla de notas rutilantes
Que tu alma tornava sobre la mía.
Y, cuando una tristeza irresistible
Más fondo me cava un abismo en el alma,
Como el arpa de David tu risa santo
Mi acerbo sufrir ya no calma.
Es que todo se acuerda de mí que huiste.
Todo que me rodea de ti habla...
Como el cristal de la esencia del oriente
Mismo vacío la sndalo trescala.
En el ramo curvo el nido abandonado
Recuerda el piar del pajarito.
Se fue la fiesta de amores y de halagos...
Eras — ave del cielo... mi alma — el nido!
Por donde trillas — un perfume se expande
ritmo y cadencia en tu paso!
Eres como la estrella, que transponiendo las sombras,
Deja un rastro de luz en el azul del espacio...
Y tu rastro de amor guarda mi alma,
Estrella que huiste a mis anhelos!
Que me llevaste la vida entrelazada
En la sombra sideral de tus cabellos!...
Curralinho, 2 de abril de 1870.
Autor: Antônio Frederico de Castro Alves

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