Nació en Santa Rosa de Osos, Antioquia, el 29 de julio de 1883. Hijo de Antonio María Osorio y Pastora Benítez, se crió con sus abuelos en Angostura y en 1895 inició su peregrinaje, que lo llevó por varias ciudades del país y, a partir de 1907, a América Central y a Estados Unidos. El cambio su nombre real Miguel Ángel Osorio Benítez por Porfirio Barba-Jacob, que conservó hasta su muerte.
La razón de cambiar su nombre por el original y enigmático Porfirio Barba Jacob se debió a problemas judiciales ocasionados por un homónimo de Ricardo Arenales.
Su vida fue un continuo y desgarrado peregrinaje por diversos países de América. Estuvo radicado en Guatemala, Honduras, Costa Rica, El Salvador, Cuba, Perú y México, colaborando con toda suerte de publicaciones literarias y políticas. Contradictorio, siempre propenso al escándalo, enriqueció la leyenda sobre su extravagante persona con una producción poética peculiar. Su espíritu errabundo, lleno de pasión y de nostalgia, formó parte esencial de su obra, signada además por la angustia y la sensualidad.
Lírico como ninguno, dice de él Nicolás Bayona Posada que poseyó el arte maravilloso de unir a la música de las estrofas una embriagadora melodía de pensamientos originales y alucinantes. Murió en 1942 de tuberculosis en la Ciudad de México. Cuatro años después de su fallecimiento, en 1946, el gobierno colombiano trasladó sus restos a Colombia.
Poema del Autor/a: Porfirio Barba JacobNombre del Poema: CANCIÓN DE LA HORA FELIZ Yo tuve ya un dolor tan íntimo y tan fiero, de tan cruel dominio y trágica opresión, que a tientas, en las ráfagas de su huracán postrero, fui hasta la Muerte… Un alba se hizo en mi corazón. Bien se que aún me aguardan angustias infinitas bajo el rigor del tiempo que nevará en mi sien; que la alegría es lúgubre; que rodarán marchitas sus rosas en la onda de lúgubre vaivén. Bien sé que, alucinándome con besos sin ternura, me embriagarán un punto la juventud y Abril; y que hay en las orgías un grito de pavura, tras la sensualidad del goce juvenil. Sé más: mi egregia Musa, de hieles abrevada, en noches sin aurora y en llantos de agonía, por el fatal destino de dioses engañada ya no creerá en nada… ni aún en la poesía… ¡Y estoy sereno! En medio del oscuro “algún día”, de la sed, de la fiebre, de los mortuorios ramos -¡el día del adiós a todo cuanto amamos!- yo evocaré esta hora y me diré a mí mismo, sonriendo virilmente: -”Poeta, ¿en qué quedamos?” Y llenaré mi vaso de sombras y de abismo… ¡el día del adiós a todo cuanto amamos! - See more at: http://www.vivir-poesia.com/cancion-de-la-hora-feliz/#sthash.ZTy7Qxv4.dpuf
Porfirio Barba Jacob, uno de 'los malditos' autores latinoamericanos
Un libro reúne 17 perfiles de desdichados, pero con una gran obra. Aparte del perfil del colombiano.
¿Quién era en realidad? Porfirio Barba Jacob, que de niño y de joven fue Miguel Ángel Osorio, que durante un breve tiempo fue Maín Ximénez y luego, durante un tiempo no tan breve, Ricardo Arenales: ¿quién era este hombre? Porfirio Barba Jacob, que al final de su vida llegó a pensar en llamarse Juan Pedro Pablo y pasar así de tener un nombre que no tenía nadie a tener un nombre que era todos y, por tanto, lo convertía en nadie: ¿quién era? El 23 de junio de 1941, medio año antes de su muerte, Porfirio Barba Jacob escribía en una carta: "Mi enfermedad sigue avanzando. Ya no soy Barba Jacob el optimista, Barba Jacob el errabundo, Barba Jacob el impetuoso. Ahora soy el viajero que se marcha definitivamente hacia lo desconocido". Barba Jacob el agnóstico, Barba Jacob el iconoclasta, ahora escribía: "Pero ya creo en Dios, ha resucitado en mi alma la fe vibrante y consoladora, mi corazón ha vuelto a la niñez". No fue la única vez que asoció la religión con la nostalgia: "Mi fe renacida en los escombros de mi alma", escribió más tarde, "el recuerdo de la niñez, esas cosas que se van ahondando en el corazón a medida que pasan los tiempos". Eso escribía el que ya no era Barba Jacob el impetuoso, Barba Jacob el errabundo, Barba Jacob el optimista. Todas esas cosas no era. ¿Pero quién era, entonces?
Era un colombiano que vivió más tiempo fuera de Colombia que en ella. Era un periodista mercenario que solo escribía por dinero pero que produjo, según Alfonso Reyes, la mejor prosa periodística de la lengua española. Era un defensor de ideas liberales que, en algún momento, justificó los fascismos europeos. Era, como lo escribió el poeta colombiano Juan Gustavo Cobo Borda, "homosexual, sifilítico y marihuanero", pero también un espíritu conservador que aconsejaba a alguien en una carta: "cuide su moral y su salud, no pierda todo el tiempo, lea cuanto pueda". Era un oportunista que llegó a escribir una biografía del revolucionario mexicano Pancho Villa, a pesar de que años antes había tenido que huir de México por sus escritos antirrevolucionarios.
Todo eso era.
Y era un poeta, un gran poeta que nunca publicó un libro en vida. Sus versos aparecieron en revistas de mayor y menor prestigio, en periódicos, en cuadernillos, pero si hubo libros fue porque los publicaron sus amigos, a veces sin consultárselo, lanzando al mundo versiones muy diversas de los poemas, lo que le provocaba grandes disgustos. En síntesis: la bibliografía de Barba Jacob es una contradicción tozuda. Los libros que quiso publicar quedaron inéditos; los que se publicaron durante su vida no tuvieron su participación cabal.
Libros que quiso publicar y no publicó: una novela de juventud llamada Virginia, escrita en el municipio colombiano de Angostura y cuyo manuscrito fue sometido a embargo por el alcalde bajo cargos de inmoralidad. Una colección de poemas titulada La vida profunda que, anunciada en 1928, recogería los poemas de su vida pasada pero que nunca llegó a existir. Una colección de poemas sin título que recogería los poemas de su vida presente pero que, por supuesto, corrió la misma suerte desgraciada. Un tratado sobre la "Filosofía del lujo". Una novela sobre su niñez titulada Viaje a Sopetrán, y de la que llegó a escribir algunas páginas que se perdieron después de su muerte.
Libros que otros publicaron sin pedirle autorización o sin que él tuviera oportunidad de dar el visto bueno sobre las versiones de los poemas o sobre su organización: Rosas negras, publicado por sus amigos de Guatemala en 1932, sin su consentimiento, usando como prólogo un escrito autobiográfico que Barba Jacob había escrito en México años atrás. Canciones y elegías, publicado por sus amigos de México en 1933. La canción de la vida profunda y otros poemas, publicada en Colombia por Juan Bautista Jaramillo Meza en 1937. Y el que apareció después de su muerte: Poemas intemporales. Se publicó en México, en 1944. El escritor colombiano Fernando Vallejo, autor de El mensajero, la mejor biografía jamás escrita sobre Barba Jacob, dice que se publicó en una "imprenta oficial y con papel regalado".
Todo lo cual, como se sabe, no ha impedido que miles de colombianos sean capaces de recitar, aunque nunca hayan oído hablar de Porfirio Barba Jacob, los siguientes versos: Hay días que somos tan móviles, tan móviles, Como las leves briznas al viento y al azar.
De manera que Porfirio Barba Jacob fue muchas cosas.
Bueno, sí. ¿Pero quién era?
(...)
En octubre de 2010, durante una larga mañana lluviosa de París, Fernando Vallejo me habla de la muerte de Barba Jacob. Estamos en un comedor de hotel en el bulevar Raspail; hemos comenzado a hablar de El mensajero. Vallejo lo escribió dos veces: una vez usando la tercera persona que corresponde a las convenciones de la biografía y otra en primera persona, esa primera persona airada y caprichosa y llena de digresiones que usa en sus novelas. ¿Qué lo llevó a rehacer por entero un libro ya publicado? Muy sencillo: Vallejo había llegado al convencimiento de que el proceso de investigación sobre la vida de Barba Jacob había sido igual de interesante que la información conseguida.
-En una biografía -me dice- lo importante no solo es saber, sino contar cómo se sabe.
Y Vallejo sabe mucho de Barba Jacob. Le pido entonces que me hable de él. O mejor: le pido que me hable de su muerte, ocurrida en Ciudad de México y en la madrugada del 14 de enero de 1942.
-Desde el día anterior había estado bajando la temperatura -me dice-. Esa noche estaban a seis grados bajo cero. El agua se congelaba en las tuberías.
Barba Jacob vivía en el tercer piso (segundo, si no se cuenta la planta baja) del número 82 de la calle de López, un apartamento frío y desnudo que sin embargo era mejor que la pieza del Hotel Sevilla en la que había pasado los últimos años. Se había mudado el 2 de enero, según Vallejo, "para tener un lugar decente donde recibir a sus últimos visitantes". Estaba consciente de que le quedaba poco de vida, de que la tuberculosis que lo aquejaba estaba ganando la batalla, y quería tener un mejor lugar para recibir visitas.
-El problema es que los visitantes ya no llegaban -dice Vallejo-. O por lo menos no como antes.
Como antes. Durante los años en el Hotel Sevilla, la habitación de Barba Jacob había sido una especie de lugar de encuentro de la vida mexicana. La gente comenzaba a llegar a las siete y se iba a la madrugada. Escritores, marihuaneros, poetas, políticos, borrachos, artistas: Alfonso Reyes, José Revueltas, Octavio Paz: todos pasaron por el cuarto de Barba Jacob, todos lo oyeron recitar poesía y dar opiniones políticas con un cigarrillo encendido entre los dedos. Sobre esa habitación Vallejo escribió: "Lejos de la prosaica realidad, caldeado por el humo de la marihuana, el cuarto empezaba a flotar, como globo aerostático". Barba Jacob recibiendo el homenaje de sus admiradores, Barba Jacob recibiendo las acusaciones de sus enemigos, Barba Jacob peleándose con sus amigos y echándolos del cuarto. Barba Jacob mostrándoles fotos de muchachos desnudos, Barba Jacob metiendo en el cuarto a jóvenes que encontraba por la calle y que a veces le robaban, Barba Jacob leyendo, muerto de risa, las acusaciones de homosexualidad que le lanzaban los periódicos mexicanos. Barba Jacob tomando tequila de una botella que parecía no tener fondo, Barba Jacob cocinando sancochos y preparando agua de panela en un reverbero de alcohol, Barba Jacob usando el alcohol del reverbero para darle algo más de interés al agua de panela. Barba Jacob, en fin, tosiendo hasta echar sangre por la boca. "Mis pulmones son ya una pobre cosa que se deshace", escribió en una carta en junio de 1941.
-Lo operaron por esos días -dice Vallejo-. Le dijeron que con esa operación le regalaban ocho meses de vida, y resultó verdad. En todo caso, en enero del 42 ya estaba en las últimas. Le subían los tanques de oxígeno por la escalera. Los tanques de oxígeno pesan mucho, y se los subían por la escalera, hasta el tercero, para que pudiera respirar. (...)
En la pluma de Vásquez
Ganador del Premio de Novela Alfaguara el año pasado, por 'El ruido de las cosas al caer', el escritor Juan Gabriel Vásquez participa en 'Los malditos' con un extenso perfil de Barba Jacob. La no ficción ha sido parte importante, también, de la carrera literaria del autor bogotano.
'Los malditos'
Los perfiles -de autores como Alejandra Pizarnik y César Moro- fueron hechos por periodistas y escritores de América Latina. La edición estuvo a cargo de la periodista argentina Leila Guerriero y fue publicado por la Editorial Universidad Diego Portales, de Chile.