Un país inmenso como la India esconde innumerables curiosidades, en otro tiempo reservadas a la población local pero convertidas ahora en atractivo turístico. Una de estas es el templo de las ratas de Deshnok, una localidad de 25.000 personas situada a 475 kilómetros de Delhi.
En realidad se llama el templo de Karni Mata, en honor a una erudita del siglo XIV, pero incluso hay carteles en la carretera que lo denominan como el santuario de las ratas, situado en el estado occidental de Rajastán.
La leyenda cuenta que Karni Mata pidió al dios de la muerte Yama que devolviera la vida a un hijo suyo que había muerto ahogado, pero obtuvo una respuesta negativa. La erudita, que era a su vez la encarnación de una deidad hindú, decidió entonces reencarnar en ratas a todos sus descendientes, para privar a Yama de almas humanas.
En el templo hay figuras que son un tributo a los roedores. |
Desde entonces, unas seiscientas familias de Deshnok dicen ser descendientes de esta mujer sabia, el mismo número de ratas que los cuidadores del templo aseguran que viven en el interior. Miles de peregrinos recorren largas distancias para venerar a las kabbas, como se llama en hindi a estas ratas sagradas, y con ellos se mezclan los cientos de turistas de medio mundo que acuden atraídos por este curioso templo de roedores.
“Me da un poco de asco, la verdad, pero en el fondo es divertido, algo único que no vas a encontrar en otro sitio que no sea en la India”, comenta la joven turista francesa Anne Fournet. Ella y sus dos amigas intentan fotografiarse lo más cerca posible de los animales. A su lado, varios fieles locales lanzan comida a los inquilinos del santuario, desde frutos secos hasta trozos de coco.
Dentro de la singularidad del templo, el mayor atractivo es ver a la rata blanca, que –se supone– solo se deja observar en contadas ocasiones y que da suerte a los afortunados que la pueden ver. En realidad son varias las ratas que, entre los cientos de compañeras de pelaje oscuro, se destacan por su blancura y que, según los creyentes, son la reencarnación de Karni Mata y sus hijos. Aunque pocos son los afortunados que llegan a verlas.
El visitante sale con los pies inevitablemente sucios. |
Algunas guías que se pueden encontrar en internet elevan a miles el número de roedores que moran en este lugar, sagrado a pesar de la suciedad, en la que abundan las ratas muertas.
“Caminar por las estancias del templo con un fuerte olor es una experiencia que no deja indiferente a nadie. El sentimiento hacia estos roedores es de una tremenda repulsión”, dice el español Jorge Piera, sorprendido por los comportamientos de la gente: mientras algunos les dedican ofrendas, otros caminan con cautela, evitando el más mínimo roce.
El visitante sale con los pies inevitablemente sucios, ya que para entrar en el templo hay que descalzarse. Tiendas de recuerdos, en las que no faltan ratas de peluche de innumerables pelajes, rodean el santuario junto con puestos de comida, para los visitantes y para ofrecer a las ratas.
El templo actual es de principios del siglo pasado y destaca por su fachada de mármol con puertas de plata, en las que se narra la leyenda que explica el porqué de sus peculiares moradores en estas tierras áridas otrora reino de marajás.
Deshnok (India)
EFE