HONDA MARTIANA
La cultura como segunda naturaleza
Cuba presenta como respuesta a la fragmentación y decadencia de las ideas modernas que se observa hoy en el mundo la solidez de un pensamiento cultural orientado a la integración y el equilibrio que tiene raíces en la mejor tradición occidental, la que desde José Martí los cubanos venimos renovando y actualizando con los progresos de la ciencia y la cultura universal
Por ARMANDO HART DÁVALOS
4 de septiembre de 2014
Si se repasa la literatura política, social y filosófica del siglo XX, se encontrará que en el sustrato se halla, tanto en lo que llaman izquierda como derecha, el pensamiento socialista, y dentro del mismo el de Marx y Engels, para apoyarlo o para tergiversarlo, pero siempre ese tema figura como un fantasma que recorrió y recorre el mundo.
Las raíces fundamentales de las ideas filosóficas de la cultura se pueden encontrar en los más grandes descubrimientos científicos de la historia de Occidente. Que el sistema social dominante, en Europa y en Estados Unidos, no haya extraído las conclusiones filosóficas que se derivan de sus grandes descubrimientos científicos, es prueba de su incapacidad para comprender el recorrido, desde la más remota antigüedad, de la ciencia y de la cultura creadas por el hombre. Correspondió, sin embargo, a José Carlos Mariátegui, desde lndoamérica, con su saber profundo, en especial con la guía del materialismo histórico, exaltar el significado de los descubrimientos de estos tres hombres: Darwin, Marx y Freud. Afirmó que eran rechazados por las masas por razones sicológicas ya que se resistían a admitir los aportes que para la cabal comprensión del hombre y de la sociedad habían hecho estos tres sabios. Sin embargo, decía Mariátegui, lo grande del hombre reside precisamente en que habiendo nacido de esas raíces —el reino animal, la economía y el sexo— se elevó a las más altas escalas de la espiritualidad. Esta concepción está en el sustrato del pensamiento de Martí y de la cultura cubana decimonónica.
La singularidad humana en la historia universal radica en que el hombre toma conciencia de su propia existencia, de su pertenencia a la naturaleza y se plantea como exigencia descubrir y descifrar el misterio de lo desconocido. Es el único ser viviente que tiene ese reto, de ahí nace la cultura hasta convertirse en segunda naturaleza. Ella es, a la vez, claustro materno y creación de la humanidad. No hay hombre sin cultura y esta no existe sin el hombre y este afán por descubrir lo lleva al extremo de intentar encontrar el sentido de su creación. No hay, obviamente, respuesta racional a este interés humano; sin embargo, en parte la puede hallar aquí en la tierra cuando asume que todos los hombres, sin excepción, tienen derecho a una vida plena de felicidad tanto material como espiritual y, por tanto, facilitar que supere la enajenación social a que está sometido. Ahí nacen la ética y la necesidad de ejercer la facultad de asociarse que Martí sitúa como el secreto de lo humano.
Alguien me dijo una vez críticamente que yo consideraba que todo era cultura. Le respondí: la cultura está en todo y donde no se halla se encuentra la ignorancia, el camino de la barbarie y también la mediocridad carente de entusiasmo creativo. Recordaba Luz y Caballero que el entusiasmo nunca fue patrimonio de los mediocres.
Estas ideas vienen de la tradición espiritual de la nación cubana y están presentes en la política de nuestra Revolución triunfante el 1º de enero de 1959. Félix Varela —dijo Luz y Caballero— nos enseñó a pensar. Podríamos agregar: Luz y Caballero nos enseñó a conocer, José Martí a actuar y Fidel Castro a vencer.
Todo este aporte del patrimonio cultural cubano, de la unión entre pensar, conocer, actuar y vencer, resulta cada día más necesario para enfrentar los retos políticos, ideológicos y culturales del siglo XXI. Debemos asumir plenamente estos desafíos con Martí y sus radicales concepciones acerca de la educación como medio eficaz para alcanzar la felicidad y el mejoramiento humano: Ser culto es el único modo de ser libre.
El drama ha tomado dimensión infinitamente superior al de cualquier época anterior y las dificultades son también infinitamente mayores que nunca antes, pero no deja de ser el drama humano y como tal hay que enfrentarlo. Cuando se debata acerca del futuro de la civilización y de la idea del progreso en estos inicios de siglo hay que tomar en cuenta un principio esencial de la filosofía de Marx y Engels. No se trata de describir los fenómenos, sino de que el hombre emprenda las acciones necesarias a favor de la liberación humana.
Ha llegado la era de que la filosofía se ocupe, además de interpretar.
No se trata de plantearse un modelo, sino de un principio ético universal: la liberación del hombre por el hombre, sin la cual la historia habrá concluido y no precisamente del modo que predijo un tecnócrata del imperio, sino de verdad.
Para defender los intereses de las masas trabajadoras y explotadas, que son los de la humanidad, y enfrentar los elementos del desorden que el sistema social imperialista está generando, debemos exaltar la historia de la cultura humana desde la más remota antigüedad hasta este nuevo milenio sin traumas ni “ismos” ideologizantes que desde el mítico Prometeo encadenado vienen imponiéndole freno de forma dramáticamente recurrente a la imaginación, la inteligencia, la ternura y al espíritu solidario y asociativo que se halla potencialmente vivo en la conciencia y naturaleza humana.
Desde Cristo y Espartaco hasta Che Guevara hay una historia de retrocesos y avances, pero ha quedado en pie, erguida, la imagen de los grandes forjadores de las ideas redentoras y es obligación de quienes sentimos el ideal cubano orientados por la cultura contenida en La polémica filosófica y en el pensamiento de José Martí alertar sobre los gravísimos problemas de desintegración cultural que una nueva fase de internacionalización de la riqueza desarrollada sobre bases imperialistas está creando en el mundo.
Cuba presenta como respuesta a la fragmentación y decadencia de las ideas modernas que se observa hoy en el mundo la solidez de un pensamiento cultural orientado a la integración y el equilibrio que tiene raíces en la mejor tradición occidental, la que desde José Martí los cubanos venimos renovando y actualizando con los progresos de la ciencia y la cultura universal.
Un pensamiento de Fidel Castro nos puede servir de guía esencial para emprender esta tarea:
El gran caudal hacia el futuro de la mente humana consiste en el enorme potencial de inteligencia genéticamente recibido que no somos capaces de utilizar. Ahí está lo que disponemos, ahí está el porvenir [...]
José de la Luz y Caballero, La polémica filosófica cubana 1838-1839. Biblioteca de clásicos cubanos, Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz, Universidad de La Habana Imagen Contemporánea, año 2000.