Si Total es, como se ha dicho, la pieza más cantada de toda la historia del bolero, ¿dónde queda Nosotros? Aludo, por supuesto, a la melodía imperecedera del compositor cubano Pedro Junco. Reafirmación de amor y despedida es, a la vez, esa canción, expresión de un amor real, pero ya imposible por la cercanía de la muerte.
Junco murió a los 23 años de edad, poco después del estreno de su música, y la mujer que lo inspirara ya no estaba a su lado. Sin embargo, muchos años después del suceso ella confesaba a una amiga: “Todavía lo recuerdo”.
Así como se escucha decir con frecuencia que Pedro Junco nació en México y no en Cuba, fueron varias las que en Pinar del Río, la localidad natal del creador, en el occidente de la Isla, se adjudicaron la inspiración de Nosotros. Su autor, que cuando en su caballo blanco recorría las calles de su ciudad, enloquecía a las mujeres, tuvo una vida tan breve como apasionada, y al saberse enfermo de muerte se entregó a excesos que aceleraron el final. Se consumió en sus pasiones; amores tormentosos con mujeres casadas, con la trapecista de un circo… Una vez, más allá de lo explicable y de lo inexplicable, se enamoró de una monja, aunque a nadie le consta que ella le correspondiera… ¿Fue esa monja la que inspiró Nosotros? –inquirí una vez con el escritor Aldo Martínez-Malo, muy cercano, al igual que su hermano Amado, a Pedro Junco.
-No. Fue otra mujer que aún vive y que al fin se casó luego de guardarle luto.
Dejémosla en el anonimato; el secreto le pertenece.
Pero el secreto no permanecería guardado por los siglos de los siglos. En 1997 se reveló el nombre de María Victoria Mora Morales. Años más tarde, Amado Martínez-Malo ahondó en el asunto en su Pedro Junco: viaje a la memoria.
Sólo una novia
Amado, en su libro, habla, entre otros, de los amores del compositor con una mexicana casada y con “Cubita la bella”, la trapecista del circo Montalvo, a quien Junco dedicó su bolero Por ti. Amores estos llenos de sobresalto por la presencia del guardián a quien el padre de la muchacha confiara su custodia y que se interrumpieron de ahora para ahorita cuando una madrugada el circo levantó la carpa y se fue para no volver. Triste historia la de los hermanos Montalvo. El guardián murió atropellado por un camión del propio circo, al quedarse dormido debajo. “Cubita” dicen que murió el mismo año que Pedrito. Los dos hermanos menores, ahogados en el hundimiento del barco Junquera cuando viajaban con el circo Razzore, y Raúl, el mayor, despedazado por un tren.
“Aunque amores sí tuvo muchos, yo solo le conocí a Pedrito una sola novia, María Victoria Mora”, dice Amado, y cuenta que procedía ella del poblado de San Juan y Martínez, de una familia acomodada, de profesionales. “Vino a estudiar a Pinar del Río […] en el colegio Inmaculado Corazón de María hasta que terminó el octavo grado: Pedrito la conoció en la apertura del curso escolar del Instituto de Segunda Enseñanza, donde ella había matriculado […] La vio y se interesó por ella, al punto de hacer que yo se la presentara enseguida. Allí nació un romance que apenas duró dos años”.
Los que la conocieron recuerdan a María Victoria como una mujer bellísima, alta, elegante, que “afinó” con el compositor para hacer una “pareja ideal” con una empatía poco común. Precisa Amado que un estudio de María Victoria, Las campañas de Antonio Maceo en la historia militar de América, mereció premio de la Sociedad Colombista Panamericana. En el año 2001, casada y con dos hijos, vivía aún en Nueva York.
Soy como soy
A María Victoria Mora parecen estar dedicadas también otras composiciones de Junco como Tu mirar, Soy como soy, Te espero, Estoy triste, Cuando hablo contigo, Una más y Yo te lo dije. También el poema “Versos míos para ti”, que publicó el 8 de octubre de 1941 en el Diario de la Marina “en ofrenda a los 15 años de una joven sanjuanera”. A ella están dedicadas además las melodías Mi santuario y Gracias, y el poema “Lo que yo quiero”.
Salvo Nosotros, ninguna de las canciones de Pedro Junco ha tenido suerte, ni siquiera se conocen. Aun así, dice Amado Martínez-Malo: “De entre un grupo de buenas canciones que compuso, Nosotros es la más famosa. Tus ojos, la más bonita y Estoy triste, la más compleja, pero todas llevan un sello inconfundible que las hace imperecederas”. Aldo, por su parte, me decía en 1990: “Tiene algunas composiciones muy buenas y yo diría que hasta mejores que Nosotros. Hablo de Me lo dijo el mar, Tus ojos, Soy como soy, Yo te lo dije… Fue un pianista excelente, extraordinariamente dotado, y nadie cantaba como él sus melodías, aunque raras veces lo hiciera fuera de un ámbito reducido. Era también hombre de otras inquietudes: hizo estudios de derecho, que dejó inconclusos, y fundó en Pinar del Río la Asociación de Prensa y Radio”.
Nosotros se estrenó en público en febrero de 1943, apenas dos meses antes de la muerte de su autor. La cantó Tony Chiroldes a través de las ondas de la emisora pinareña CMAB, y poco después la cantaba Mario Fernández Porta en la RHC Cadena Azul, de La Habana. Ese mismo día Junco graba en su voz Mentiras tuyas, de Porta, y en la misma placa Porta grabó Nosotros. Pero ese disco, que era un ejemplar único, se partió en dos; lo pegaron y siguió dejando escuchar la voz de Pedro Junco, en la única grabación que se le conoce, hasta que desapareció para siempre.
En 1945 el cantante mexicano Pedro Vargas visitó a los padres del compositor. Les llevaba el diploma de la Asociación de Artistas de México que acreditaba que Nosotros se había mantenido en el hit parade de ese país durante dos años consecutivos. Ese era solo el comienzo de la carrera exitosa que conocería la melodía. Pero Pedro Junco no sabría de ese triunfo. Había muerto el 25 de abril de 1943.
Aldo Martínez-Malo me dijo que murió de tuberculosis. Pero otros aseguran que no se conoce con certeza la causa de su muerte. La enfermedad apareció en agosto de 1942 envuelta en el misterio que aún la rodea, afirma Amado Martínez-Malo. Fue de todos modos una dolencia pulmonar la que devastó aquel cuerpo joven de 180 libras y unos seis pies de estatura y que a la postre lo fulminó.
Una recaída había aconsejado la hospitalización de Junco en una clínica de La Habana. Allí tenía, junto a su cama, un aparato de radio. Una noche, aquella del 25 de abril, escuchaba la emisión de un programa cuando el locutor anunció su melodía Soy como soy, interpretada por René Cabel, “El Tenor de las Antillas”. Al escuchar el anuncio, Junco se incorporó en el lecho y, muy agitado, comenzó a llorar.
Tuvo un golpe de tos y una expulsión de sangre que empapó la sábana. Su hermana, que lo acompañaba, salió de la habitación en busca de ayuda. Cuando regresó con la enfermera ya Pedro Junco estaba muerto, mientras que del radio seguían brotando las notas de su música.
Lo enterraron en su ciudad natal. El tránsito allí se paralizó. Los comercios cerraron sus puertas. La emisora de radio local se declaró en duelo. El ataúd, cubierto con la bandera cubana, fue llevado en andas por la calle Martí, la principal arteria de la urbe.
Las mujeres arrojaban flores al paso del cortejo. Y un coro gigante cantaba Nosotros.
(Escrito por Ciro Bianchi Ross)