Se trata de Luis Posada Carriles y Orlando Bosch Ávila, quienes, según importantes órganos de prensa de Estados Unidos, en 1960 fueron reclutados por la CIA y luego se dedicaron a cometer hechos violentos, sobre todo contra Cuba.
Dieciocho días después del sabotaje de Barbados, el 24 de octubre, The New York Times identificó a Posada y Bosch como integrantes de grupos que desde esa década iniciaron ataques contra instalaciones cubanas y de países vinculados a La Habana.
La carga explosiva fue colocada en el DC-8 de Cubana de Aviación por dos mercenarios venezolanos, Hernán Ricardo Losano y Freddy Lugo, el primero de los cuales trabajaba en una empresa de Posada, en Caracas.
Ambos fueron atrapados en Trinidad-Tobago y jefes de la policía de ese país declararon ante periodistas que confesaron estar al servicio de la CIA y haber puesto los explosivos en el avión.
El 14 de octubre de 1976, el Ministerio de Relaciones Interiores de Venezuela emitió un comunicado sobre la detención de Posada y Bosch, la localización de pruebas que vinculaban al primero con los detenidos en Trinidad-Tobago, así como respecto a "documentación y equipos relacionados con el caso".
Un día más tarde, en la despedida de duelo por las víctimas del sabotaje, y luego de reseñar un conjunto de fuertes evidencias, Fidel señaló que "la CIA tuvo una participación directa en la destrucción del avión de Cubana en Barbados".
El entonces secretario norteamericano de Estado, Henry Kissinger, respondió que el Gobierno de Estados Unidos "no tiene absolutamente nada que ver" con la destrucción por medio de explosivos del avión DC-8.
Pero cinco días después un funcionario de la Embajada de Washington en Venezuela, Yale Newman, reconoció ante periodistas que desde hacía dos años existían contactos entre uno de los terroristas que destruyeron la aeronave cubana y el "asesor legal" de esa Misión.
Eran Hernán Ricardo Losano, confeso participante en el hecho, y Joe Leo, acusado de ser el jefe CIA en ese país sudamericano, y cuyo nombre apareció en una libreta de notas ocupada en Trinidad-Tobago al otro autor material del suceso, Freddy Lugo.
Debido a las demoledoras pruebas existentes, a los cuatro involucrados en el crimen de Barbados se les inició un proceso judicial en Caracas.
El 2 de noviembre de ese año, la jueza Delia Estava Moreno dictó auto de detención contra ellos, bajo la acusación de ser autores y coautores del delito de homicidio calificado (asesinato), así como por fabricación de armas de guerra y de documentos falsos.
Pero brutales presiones internas y externas lograron apartar del caso a Estava Moreno, y después al presidente de la Corte Marcial, general Elio García Barrios, al cual en 1983 le asesinaron a un hijo y a su chofer porque trató de sancionar a los culpables.
La CIA y la denominada Fundación Nacional Cubano Americana, como quedó harto demostrado, en 1985 "fugaron" a Posada de una prisión de máxima seguridad de Caracas y más tarde compraron un dictamen judicial para liberar a Bosch de culpas.
Este último llegó a Miami en 1989 y de inmediato fue detenido por tratarse de un terrorista prófugo de la justicia norteamericana, y el 23 de junio de aquel año el Departamento de Justicia de Estados Unidos circuló una orden para sacarlo del país.
Sin embargo, lo impidió una ruidosa campaña desatada a favor de Bosch por la señora Ileana Ros-Lehtinen, acompañada, entre otros, por el senador Connie Mack y el obispo auxiliar de la arquidiócesis de Miami, Agustín Román.
Por aquellos días el FBI describió a Bosch como el "terrorista número uno de Miami", pero, no obstante, Ileana proclamó sacarlo en libertad como el objetivo más importante de su campaña electoral, que dirigía entonces el actual gobernador de la Florida, Jeb Bush.
En un acto realizado el 16 de agosto de 1989, para recaudar dinero a favor de la madrina política del terrorista, fungió como orador principal el presidente de Estados Unidos, George Bush (padre).
Respecto a Posada Carriles se conoció años antes, al ser capturado en Nicaragua el asesor militar norteameridano, Eugene Hasenfus, a quien derribaron su avión cuando hacía llegar pertrechos a bandas de la llamada "contra".
Hasenfus declaró en esa oportunidad que el mencionado terrorista estaba en El Salvador con el nombre de Ramón Medina y bajo el mando de uno de los jefes de la CIA en ese país centroamericano, Félix Rodríguez.
Después añadió, a manera de pequeña bomba de tiempo, que este último tenía fuertes relaciones con la Oficina del entonces Vicepresidente Bush. Todo lo expresado fue reconocido más tarde por el señor Rodríguez.
Respondió el asesor de Bush para Asuntos de Seguridad Nacional, Donald Gregg: "No creo —afirmó— que el Vicepresidente supiera que Posada estaba trabajando con Félix, de manera que ¿para qué vamos a pedir una investigación?".
Un curioso ejemplo de libertad de expresión tuvo lugar a fines de 1996, cuando el canal 23 de la televisión floridana acogió al dúo Posada-Bosch para que alabaran sus fechorías y lanzaran nuevas amenazas terroristas contra Cuba.
Así lo demostraron, a manera de ejemplo, cuando hace casi tres años el primero de ellos y un grupo de sus hombres trataron de asesinar a Fidel durante la X Cumbre Iberoamericana realizada en Panamá, hecho en el que hubiesen muerto numerosas personas.
Los mismos que lograron rescatar a Posada Carriles del proceso judicial de Caracas han movido todos sus recursos para liberarlo del que ha enfrentado en Panamá, o al menos para disminuir las acusaciones oficiales.
Posada y Bosch, como han dicho periódicos y revistas de Estados Unidos, son hombres del hampa política formados por la CIA, y como señaló el primero en su libro Los Caminos del Guerrero, gente financiada, entre otros, por la Fundación Nacional Cubano Americana.
Terroristas hasta la médula, autores de una montaña de actos de ese tipo que incluyeron el territorio de Estados Unidos, prófugos de la justicia norteamericana y venezolana, y protegidos, como se indicó anteriormente, por conocidas figuras de Washington y Miami.
Esto hace recordar, por contraste, los largos años de cárcel impuestos en Estados Unidos a cinco heroicos cubanos, Gerardo, Ramón, Fernando, Antonio y René, por luchar allí contra el terrorismo.
A 28 años de la salvajada cometida en Barbados, que llena de vergüenza a la condición humana, los culpables aún no han sido condenados, ni el pueblo cubano se ha resignado a aceptar la impunidad, todo lo contrario.