La terrible confesión de un traficante de personas en el siglo XXI
Después de los sirios, los afganos son el segundo grupo más numeroso que está cruzando hacia Europa por Grecia.
Es difícil saber quién está ganando en Afganistán.
El gobierno está bajo inmensa presión. Sus fuerzas armadas, mal pagadas y agobiadas, han estado a la defensiva en su primera temporada sin el apoyo militar de la OTAN. Están intentando hacer retroceder a los talibanes -más recientemente en la importante provincia sureña de Helmand- pero la forma cómo los insurgentes tomaron control de la ciudad norteña de Kunduz sigue presente en la mente de la gente.
Los afganos observan estos hechos con enorme preocupación. No sorprende entonces que, después de Siria, el número más alto de emigrantes a Europa surge de Afganistán. La gente aquí se pregunta cuál es la apuesta más grande: continuar viviendo en Afganistán o arriesgarse a morir en el viaje para salir del país.
Tráfico en apogeo
En el actual clima hay un grupo que está haciendo un buen negocio: los traficantes de personas. La BBC obtuvo raro acceso a uno de ellos, al que para preservar su identidad llamaremos Abdul. Abdul afirma que un viaje desde Afganistán a Irán, Turquía y eventualmente Europa, cuesta entre 5.000 y 7.000 dólares. Se queda con el 10%, el resto va a otros traficantes que forman parte de la red y al pago del transporte.
Los emigrantes pagan un depósito y sus familias pagan el saldo cuando llegan a su destino. El viaje está plagado de peligros y esto es algo que Abdul no esconde. "La parte más peligrosa es entre Turquía y Grecia. La policía dispara contra la gente y a veces los barcos se vuelcan. Pero Alá garantiza su seguridad, yo no", dice.
Gente de todos los estratos sociales y de varias partes del país lo han buscado, asegura. Pero él no los lleva si están enfermos, demasiado viejos, con niños pequeños o son mujeres embarazadas.
Abdul parece tener un conflicto sobre lo que hace. Siente que está ayudando a la gente pero también reconoce que está tomando su dinero y enviándolos a un destino incierto. "Llevé de contrabando a mis propios tres hijos. Los extraño mucho y me siento mal cuando veo a padres llorando. No me gusta mucho mi trabajo. A veces me siento culpable", dice.
"Mejor muerto"
Parados fuera de la oficina de pasaportes, en una fría mañana en Kabul, es fácil ver por qué gente como Abdul trabaja en esto. Las filas comienzan a formarse desde temprano. La gente se recarga sobre automóviles para llenar solicitudes. Todos quieren irse y la mayoría no quiere regresar.
Arif Mohamady, de casi 30 años, está indignado y frustrado. "Aquí no hay empleo ni seguridad, y hay mucha corrupción. Prefiero vivir en un país de infieles", dice. "En 2007, mi padre murió en un ataque suicida. Mi madre y hermano fueron asesinados por los talibanes. Sé que es un viaje peligroso pero prefiero morir en el camino que quedarme en Afganistán".
"Afganistán te necesita"
A pesar del abrumador sentimiento de desesperación, algunos tienen una visión más optimista. Un grupo de jóvenes ha comenzado una campaña digital llamada "Afganistán te necesita".
Shakib Mohsanyar, de 23 años, indica que desean detener la fuga de cerebros y Sharam Gulzad, de 26 años, dice que muchos afganos tienen expectativas poco realistas sobre la vida en el exterior. "Yo estuve en Alemania y vi a afganos pidiendo limosna en las calles por primera vez allí. Era doloroso. La gente cree que una vez que llegas las cosas mejoran, pero no es así", afirma.
Ambos reconocen que los problemas de corrupción, falta de empleos e inseguridad son demasiado reales. "Cuando sales en la mañana no sabes si podrás regresar a tu casa en la noche", afirma Gulzad. "Pero éste es el riesgo que tomamos. Tenemos potencial. Éste no es el fin de Afganistán. Si nos hacemos responsables y tomamos medidas cambiaremos este país".
NOTICIA DE BBC MUNDO
DIDIER PIPOLL