Yo soy un centro radiante de amor. Yo soy libre y apacible.
En medio de cualquier reto, recuerdo hacer una pausa y afirmar: Soy un centro radiante de amor. Estoy en paz y soy libre. Afirmar esto no implica que no tendré desafíos externos. Estar en paz significa que cuento con los recursos necesarios para manejar lo que se presente en mi vida.
Al orar, me dirijo a la presencia de Dios en mí para experimentar la paz que sobrepasa todo entendimiento. Allí, nada puede perturbar la calma de mi alma. Dejo ir la charla mental y fijo mi atención en mi corazón.
Descanso en el Silencio. Presto atención a mi respiración, inhalando amor lentamente y exhalando paz. Logro una sensación de bienestar. Afirmo de nuevo: Yo soy un centro radiante de amor. Yo soy libre y apacible.
Vayan en paz. El Señor ve con buenos ojos el propósito de su viaje.—Jueces 18:6
A lo largo de mi vida, puede que haya oído opiniones diferentes acerca de mi habilidad para tener éxito. Jesús dijo: “El que cree en mí, hará también las obras que yo hago; y aún mayores obras hará”. Si él proclamó el potencial ilimitado de aquellos que vendrían después de él, ¿acaso puedo yo dudarlo?
En mi tiempo de oración tomo conciencia de la chispa de divinidad en mí que encierra gran potencial. Partiendo de esta conciencia soy capaz de ver situaciones a mi alrededor bajo una nueva perspectiva. Creo en mí mismo. Cualquier equivocación o pensamiento erróneo del pasado es simplemente eso —el pasado. Ahora avanzo con fe y afirmo: ¡Yo puedo!
De cierto, de cierto les digo: El que cree en mí, hará también las obras que yo hago; y aún mayores obras hará, porque yo voy al Padre.—Juan 14:12