La ignorancia de la hija de Raúl Castro salta a la vista. Habla de “su libro” como si solamente hubiera escrito uno. Su obra es considerable. Incluye lo que él llamaba una “pentagonía” de novelas, junto con otras obras, varios poemarios, entre ellos un canto extenso de denuncia a los campos de trabajo, El central, obras teatrales e innumerables ensayos político-literarios. Mariela Castro parece, sin embargo, referirse a su autobiografía, Antes que anochezca. Pero cuando dice que “comercializó con su libro” (sic), no tiene ni idea de la fecha de publicación.
Ese testimonio estremecedor, que tanto hizo por dar a conocer la terrible represión desatada contra los homosexuales y contra los creadores libres, es una obra póstuma. Fue publicada en 1992, fuera de Cuba naturalmente, nunca en la isla. Enfermo de sida, Reinaldo se había suicidado en Nueva York el 7 de diciembre de 1990, con 47 años. El cineasta Julian Schnabel llevó la obra a la pantalla en 2000. Su personaje fue interpretado por Javier Bardem.
Finalmente, Mariela Castro afirma que sus libros no están prohibidos en Cuba: solamente su primera novela, Celestino antes del alba, ha visto la luz en la isla en 1967. Todos los demás libros están vetados y, sin embargo, circulan de mano en mano, como una afirmación de libertad de los cubanos, jóvenes y menos jóvenes.La hija de Raúl Castro es incapaz de entender que parte de la opinión pública internacional haya visto en su figura la de un luchador por la libertad, reprimido como pocos en su propio país. Ella cree que un libro, incluso póstumo, se escribe sólo por dinero (Reinaldo padeció la pobreza, en Cuba y en el exilio). Y también insinúa que fue a parar a la cárcel por perversión sexual (una acusación clásica contra los disidentes en los regímenes comunistas). Reinaldo Arenas tuvo que sufrir no sólo la cárcel, sino también la censura, la destrucción de sus manuscritos, la delación, una persecución de todos los instantes hasta su salida de Cuba en 1980.
En su testamento, que se dio a conocer públicamente en 1990, no menciona absolutamente nada sobre la circulación de sus libros, pero sí designa al culpable de sus desgracias: Fidel Castro. Y concluye con un llamado a la esperanza, que ni Mariela Castro ni ningún miembro de su familia en el poder lograrán jamás entender: “Cuba será libre. Ya yo lo soy”.