Ella mantiene el misterio hasta el último minuto posible –el 24 de junio, día de la presentación oficial de las candidaturas para las elecciones de octubre, en las que se renueva buena parte del Parlamento- pero todo apunta al regreso de Cristina Fernández de Kirchner al primer plano de la política. La expresidentadejó el poder el 9 de diciembre de 2015 con un discurso ante la plaza de mayo llena –“a las doce me convierto en calabaza”, bromeó- y desde entonces no ocupa ningún cargo público.
La expresidenta se negó a entregar la banda presidencial a Mauricio Macri, algo inédito incluso en la convulsa Argentina, y se refugió en su casa de El Calafate, al lado del glaciar Perito Moreno. Hace apariciones muy esporádicas, ha organizado actos multitudinarios a la puerta de los tribunales que la investigan por presunta corrupción, pero no está en el día a día. Y sin embargo, el peronismo no ha sido capaz de encontrar un relevo con tirón electoral y ahora ella se prepara para volver a la primera línea como candidata a senadora.
Algunos, incluso en el Gobierno, creen que finalmente no se decidirá porque el riesgo es demasiado alto: si pierde la batalla y no es la más votada en la provincia clave, donde más fieles conserva –sobre todo en el empobrecido conurbano de la capital- la humillación será total y los peronistas le ajustarán las cuentas definitivamente.
Las encuestas que manejan en el Gobierno apuntan que ella perdería por efecto de la llamada “polarización”. Fernández de Kirchner conserva un importante apoyo popular, especialmente entre los más pobres, que agradecen su política de ayudas durante los años de vacas gordas. Pero tiene también un enorme rechazo, mucho mayor que su apoyo. No deja indiferente a nadie. Y si ella se presenta, los que la detestan se van a concentrar en el voto que más posibilidades tenga de vencerla, esto es seguramente el del candidato macrista.
Las terceras opciones, como la que promueve el excandidato Sergio Massa, sufrirán y la concentración del voto de rechazo a su candidatura, creen en el Gobierno, servirá para derrotarla definitivamente. “Con la polarización ella no tiene ninguna posibilidad de ganar. Lo sabe y por eso duda hasta el último momento”, explica un miembro del Gobierno.
Macri no lo reconoce abiertamente, pero todos sus asesores parecen tener muy claro que le conviene que ella se presente. El macrismo se construye sobre todo como rechazo al kirchnerismo, y es el hartazgo de una parte de la clase media con 13 años muy intensos el que aupó al millonario expresidente de Boca Juniors y exalcalde de Buenos Aires al poder. Ahí, en la batalla contra ella, se mueve mucho más cómodo que en la gestión de unos datos económicos que son peores de lo esperado a estas alturas, con una recuperación que se retrasa una y otra vez.
En el lado del kirchnerismo, por el contrario, se vive un enorme entusiasmo. Ellos lo ven de una manera opuesta. Confían en la victoria de Fernández de Kirchner en Buenos Aires y creen que si Macri pierde esta primera gran batalla –él no se presenta pero se implicará en la campaña y el éxito o fracaso será suyo- será el principio del fin para él. “Ella no quiere presentarse, pero no hay otra opción. Nadie mide tanto como ella. Ya está prácticamente convencida. Sabe que la necesitamos”, sentencia una persona muy cercana a la expresidenta.
Los kirchneristas cantan en cada acto “a volver, vamos a volver” y sueñan con un escenario en el que una victoria de Fernández de Kirchner debilite definitivamente al macrismo y prepare el camino para el regreso triunfal al poder de la expresidenta en 2019. Y por eso se movilizan para convencerla. Ella se deja querer, vuelve a aparecer y hace pensar a todos que se va a presentar. En el Gobierno creen que puede ser una maniobra para colocar mejor a su gente. Hasta el último minuto puede haber sorpresas, algo habitual en el peronismo y especialmente en el kirchnerismo, pero lo más probable es que compita.
El gran problema es para el peronismo no kirchnerista. Nadie ha logrado consolidar una figura alternativa sólida a la Fernández de Kirchner. En privado la mayoría de los dirigentes la rechazan pero admiten que electoralmente sigue teniendo mucha potencia. Los peronistas parecen atrapados en esa trampa: ella tiene tirón pero el rechazo que genera favorece a Macri y aleja la posibilidad de que el peronismo recupere el poder. En esta discusión llevan casi dos años sin ponerse de acuerdo para buscarle una alternativa. Ella habla casi exclusivamente por las redes sociales, pero con eso parece bastar para descolocar a sus rivales dentro del peronismo.
De momento, el gran ganador es Macri, que mantiene una valoración por encima del 50% gracias entre otras cosas al rechazo que genera su rival. Pero en Argentina todo cambia en horas. Si ella lograra vencer en la batalla clave de octubre, los dos últimos años de Macri se parecerían mucho a lo que los estadounidenses llaman “un pato cojo”, esto es un presidente sin poder. La primera respuesta llegará el 24 de junio. Pero la de verdad es en octubre.