Deja que te acompañe con este escrito que encontré , como olvidado,en el periódico de mi pueblo ...
Reglas del Buen Vivir
• Por: El Alquimista
El insigne sabio alquimista y médico de cuerpos, almas y espíritus, Theophrastus Bombast Von Hohenheim, conocido como Paracelso nos enseña las 7 reglas del buen vivir, para aplicarlas de instante en instante en nuestra vida práctica:
1.- Lo primero es mejorar la salud. Para ello hay que respirar conscientemente, con la mayor frecuencia posible, honda y rítmicamente, llenando bien los pulmones, al aire libre o asomado a una ventana. Beber, diariamente, en pequeños sorbos, dos litros de agua, comer muchas frutas, masticar los alimentos del modo más perfecto posible, evitar el alcohol y las medicinas, a menos que estuviéramos, por alguna causa grave, sometidos a un tratamiento. Bañarse diariamente, es un hábito que debemos a nuestra propia dignidad.
2.- Desterrar absolutamente de nuestro ánimo, por más motivos que existan, toda idea de pesimismo, rencor, odio, tedio o tristeza. Huir como de la peste, toda ocasión de tratar a personas maledicientes, viciosas, ruines, murmuradoras, indolentes, chismosas, vanidosas o vulgares e inferiores por natural bajeza de entendimiento o por los tópicos sensualistas que forman la base de sus discursos u ocupaciones. La observancia de esta regla es de importancia decisiva: se trata de cambiar la espiritual contextura de nuestra alma. Es el único medio de cambiar nuestro destino, pues éste depende de nuestros actos y pensamientos. El azar no existe.
3.- Hacer todo el bien posible. Auxiliar a toda persona en desgracia, siempre que podamos, pero jamás tengamos debilidades por ninguna persona. Debemos cuidar nuestras propias energías y huir de todo sentimentalismo.
4.- Olvidar toda ofensa; más aún: esforzarnos por pensar bien de nuestro mayor enemigo. Nuestra alma es un templo que no debe jamás ser profanado por el odio.
5.- Debemos recogernos todos los días en donde nadie pueda turbarnos, siquiera por media hora, sentarnos lo más cómodamente posible con los ojos cerrados y no pensar en nada. Esto fortifica energéticamente el cerebro, y el espíritu, y nos pondrá en contacto con las buenas influencias. En este estado de recogimiento y de silencio suelen ocurrírsenos a veces luminosas ideas susceptibles de cambiar toda una existencia. Con el tiempo todos los problemas que se presentan serán resueltos victoriosamente por una voz interior que nos guiará en tales instantes de silencio, a solas con nuestra conciencia. Este es el Daimon del cual hablaba Sócrates, el Maestro interno que mora en las profundidades de nuestro ser. Todos los grandes espíritus se han dejado guiar por esa suave voz interior. Pero no nos hablará así de pronto, tenemos que prepararnos por un tiempo, destruir las superpuestas capas de viejos hábitos, pensamientos y errores que pesan sobre nuestro espíritu, que es divino y perfecto en sí, pero impotente por lo imperfecto del vehículo que le ofrecemos hoy para manifestarse. La carne es débil.
6.- Debemos guardar absoluto silencio de todos nuestros asuntos personales. Abstenernos, como si hubiéramos hecho juramento solemne, de referir a los demás, aún a nuestros más íntimos, todo cuanto pensamos, oímos, sepamos, sospechemos, aprendamos o descubramos. Por un largo tiempo al menos debemos ser como casa tapiada o jardín sellado. Es regla de suma importancia.
7.- Jamás temamos a los hombres, ni nos inspire sobresalto el día de mañana. Tengamos nuestra alma fuerte y limpia y todo saldrá bien. Jamás nos creamos solos ni débiles, porque hay detrás de nosotros ejércitos poderosos, que no concebimos ni en sueños. Si elevamos nuestro espíritu, no habrá mal que pueda tocarnos. El único enemigo a quien debemos temer es a nosotros mismos. El miedo y desconfianza en el futuro son madre funesta de todos los fracasos, atraen las malas influencias y con ellas el desastre. Si estudiamos atentamente a las personas de buena suerte, veremos que, intuitivamente, observan gran parte de las reglas que anteceden. Muchas de las que alegan gran riqueza, muy cierto es que no son del todo buenas personas, en el sentido recto, pero poseen muchas de las virtudes que arriba se mencionan. Por otra parte, la riqueza no es sinónimo de dicha; puede ser uno de los factores que a ella conducen, para ejercer grandes y nobles obras; pero la dicha más duradera sólo se consigue por otros caminos: allí donde nunca impera el antiguo Satán de la leyenda, cuyo verdadero nombre es Egoísmo. Jamás nos quejemos de nada. Dominemos nuestros sentimientos; huyamos tanto del orgullo como de la vanidad, porque son funestas para el éxito. El orgullo nos sustraerá fuerzas y la vanidad es tan nociva, como si fuese un pecado mortal contra el Espíritu Santo. Muchos grandes seres han sido despeñados de las más encumbradas cimas por la vanidad.
Si por espacio de algunos meses observamos rigurosamente las prescripciones dadas, veremos operar en nuestra vida un cambio tan favorable, que jamás las abandonaremos. Más, para que obtengamos el éxito deseado, precisamos, eso sí, adaptar nuestra vida a la estricta observancia de estas reglas. Son sencillas y fáciles de seguir, pero hay que observarlas con perseverancia bien sostenida. |